Por Pablo Del Arco, consultor Senior de Sustentabilidad y Cambio Climático PwC Chile
La salmonicultura se enfrenta, al igual que otras industrias vinculadas a los recursos naturales, al reto de incorporar la sustentabilidad como criterio de gestión. Las compañías que quieran ser competitivas en el medio y largo plazo han de ir más allá del cumplimiento legal, incorporando los aspectos sociales y ambientales en la estrategia de negocio y la gestión de riesgos.
En relación con los impactos en el entorno, una gestión proactiva permite adelantarse a conflictos y emergencias, fortaleciendo la credibilidad de una apuesta por la sustentabilidad. Mediante el análisis de las actividades, es posible incorporar mejoras que eliminen o mitiguen dichos impactos. Éstas pueden considerarse inversiones en tanto que se amortizan al reducir las externalidades, que comienzan a ser valoradas en términos económicos principalmente por los inversionistas.
Las compañías generan además impactos indirectos asociados a su cadena de valor; en este sentido las actividades que acontecen aguas arriba y abajo influyen en su sustentabilidad, no sólo desde el punto de vista de la continuidad operacional, sino también desde los riesgos reputacional e incluso legal.
La industria acuícola cuenta con tres estándares principales, centrados en la sustentabilidad desde la perspectiva social y ambiental: BAP (BestAquaculturePractices), ASC (del AquacultureStewardship Council) y GlobalG.A.P para acuicultura. Éstos tienen en común los principales temas que abordan, así como el hecho de que su cumplimiento sea certificable. Sin embargo, el origen marca una clara diferencia: BAP nació de una iniciativa de organizaciones civiles (Global AquacultureAllliance), en ASC se incorporaron además administraciones (IDH, junto a WWF), y GlobalG.A.P por su parte está asociada al mundo empresarial.
Los estándares señalados incluyen impactos aguas arriba, en la cadena de suministro, al requerir el aprovisionamiento de alimento generado de manera responsable; aguas abajo se centran en la salud de los consumidores. En este sentido quedan importantes aspectos por cubrir en la cadena de valor, especialmente desde la salida de los productos, como las emisiones de gases de efecto invernadero de las diferentes etapas de transporte, o la seguridad de la mercancía en la distribución. Los otros grandes “debes” son la exigencia de buenas prácticas de Gobierno Corporativo y la potenciación de los aspectos de desarrollo económico local.
Aunque las certificaciones se entregan por instalación, si se analiza el número de compañías en Chile que dispongan de ellas en alguno/s de sus centros, destaca BAP. Ésta supera incluso a GlobalG.A.P, a pesar de haber sido lanzada la versión para salmones más recientemente (2011 Vs, 2007). En cuanto a ASC, sólo Cermaq dispone de la certificación en el país. Sin embargo, se espera un crecimiento de la misma ya que el estándar para salmones fue lanzado en 2013; ademásen la actualidad ya hay 8 compañías con operaciones en Chile integrando la Global Salmon Initiative (GSI), tras la incorporación de Ventisqueros. GSI, alianza que promueve la sustentabilidad en la industria, establece el estándar ASC como bajada a la práctica.
Cada vez son más las compañías que apuestan por la gestión de sus actividades con criterios de sustentabilidad, y los estándares sirven de referencia para centrar los esfuerzos, así como su certificación potencia los avances y sirve de reconocimiento ante los consumidores, driver esencial para los gerentes más reticentes.