El mar y el boxeo

Jun 7, 2016

Es improbable que en una pelea de boxeo uno de los contrincantes caiga noqueado con el primer golpe que recibe de su contrincante. Lo más probable es que reciba varios en diferentes partes de su cuerpo, lo que irá minando su resistencia y su capacidad de defenderse. Por lo anterior, aunque un boxeador caiga noqueado […]

Es improbable que en una pelea de boxeo uno de los contrincantes caiga noqueado con el primer golpe que recibe de su contrincante. Lo más probable es que reciba varios en diferentes partes de su cuerpo, lo que irá minando su resistencia y su capacidad de defenderse. Por lo anterior, aunque un boxeador caiga noqueado por un certero impacto en el mentón, es difícil argumentar que los golpes previos no jugaron ningún papel en su derrota.

El accionar humano en los ecosistemas marinos deja una huella ecológica, sin embargo, estos son altamente resilientes, es decir, pueden mantener su integridad a pesar de recibir muchos «golpes». No obstante, al igual que el boxeador va perdiendo su resistencia, los ecosistemas se debilitan, tanto con los impactos de origen antrópico – eutroficación, introducción de especies exóticas, derrame de petróleo, plásticos, acidificación del océano, calentamiento global, sobrepesca, patógenos exóticos, entre otros – como naturales, por ejemplo: la variabilidad natural de los sistemas como la erupción de un volcán, fenómenos cíclicos como El Niño y otras oscilaciones de largo periodo. Es decir, la resiliencia es una capacidad finita.

La maximización racional del uso de los ecosistemas marinos requiere ineludiblemente conocer esa capacidad, lo que no ocurrirá sin un conocimiento detallado de su funcionamiento, incluyendo sus componentes vivos (animales y plantas) e inertes (iones, gases, agua, sal, corrientes marinas, entre otros). Si esto se desconoce, el incremento natural del uso de estos sistemas por un mundo globalizado, demandante de recursos y generador de residuos, conlleva el riesgo creciente de matar a la gallina de los «huevos de oro» de nuestro bienestar presente y futuro.

La adolescencia industrial en las aguas interiores del archipiélago de la Patagonia se puede ver en el desfase entre el rápido y expansivo crecimiento industrial y el lento desarrollo científico para entender su funcionamiento y sus vulnerabilidades. Esta situación deja poco espacio a políticas preventivas basadas en información ambiental objetiva, por ende, la mayoría de las acciones son reactivas a los hechos consumados (un ejemplo claro: las crisis sanitarias en la industria del salmón).

Me gustaría ver un futuro en que la disponibilidad de información objetiva, pertinente y oportuna permita un manejo de los ecosistemas basado en el conocimiento profundo de sus capacidades y así poder prevenir lo que parece inminente en una humanidad que ha generado un amplio abanico de estresores (globales, regionales y locales) y una degradación medioambiental creciente. Necesitamos ciencia para la resiliencia en un mundo cambiante.

Mientras tanto esa precaución se debe materializar en acciones, como mantener e idealmente aumentar las zonas costeras protegidas que cumplirán el papel de reservas de biodiversidad y servirán de semilleros una vez que nuestros esfuerzos industriales alcancen la madurez medioambiental (inocuos para el medioambiente). Y, por supuesto, ante la duda de las capacidades de los ecosistemas para «metabolizar» nuestros residuos, lo mejor es reducir o congelar las emisiones de polutantes. Pero volviendo al boxeo, ¿vamos a esperar quedar fuera de combate o haremos algo al respecto?

Dr. Rodrigo Torres

Doctor en Química, Universidad de Gotemburgo, Suecia. Biólogo marino y magíster en Oceanografía de la Universidad de Concepción, Chile. Coordinador del trabajo científico realizado por el Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP) en el ambiente acuático y jefe del Laboratorio de Química del Carbono.

REVISTA DIGITAL

[latest_journal_single_iframe]
Temas relacionados