La voz de las comunidades

May 5, 2015

Hoy, para nadie es una sorpresa el empoderamiento que han alcanzado las comunidades y cómo sus exigencias y demandas han adquirido cada vez mayor resonancia, organizándose en torno a un objetivo común que, generalmente, va más allá de un interés económico. Buscan ser escuchados y considerados a punta de denuncias y movilizaciones, transmiten su descontento […]

Hoy, para nadie es una sorpresa el empoderamiento que han alcanzado las comunidades y cómo sus exigencias y demandas han adquirido cada vez mayor resonancia, organizándose en torno a un objetivo común que, generalmente, va más allá de un interés económico. Buscan ser escuchados y considerados a punta de denuncias y movilizaciones, transmiten su descontento y, de este modo, logran la adhesión de la opinión pública local y nacional. Así, las empresas quedan reducidas a un actor egoísta y poco consciente, mientras que su valoración reputacional se va al piso.

No importan las políticas declaradas en documentos o discursos. Cuando se desata un conflicto ambiental o comunitario, las empresas quedan sumidas en un desamparo reputacional y juzgadas por una opinión pública “indignada” y empoderada.

¿Cuál es la lección que debemos rescatar de los conflictos en los que se han visto involucrados diferentes proyectos de inversión en nuestro país? Que las empresas deben atender de forma permanente y de manera temprana las inquietudes de las comunidades vecinas. Aunque parezca reiterativo, las relaciones comunitarias no se desarrollan únicamente durante los procesos de evaluación ambiental, sino que deben sostenerse en el tiempo, logrando acuerdos de largo plazo a través de un diálogo permanente. La comunicación temprana y transparente, tanto con autoridades como con las comunidades, es vital pues la mayoría de los conflictos se han visto potenciados por mitos propios de la industria y por desinformación.

La voz de las comunidades se hace sentir y debe ser oída. Se debe trabajar en una lógica de valor compartido, mancomunadamente y en beneficio mutuo. Obtener los resultados esperados, pero jamás dejar de considerar los planteamientos de nuestros vecinos. Es la forma en que el relacionamiento comunitario se hace cargo de las demandas de los vecinos. Es lo que se hace en países más desarrollados, donde los estándares –en particular en este tema– son superiores a los nuestros.

Cuando la sociedad exige una mayor participación y donde todas las señales apuntan hacia la transparencia, las empresas –que están bastante desacreditadas por una herencia de malas prácticas desde el punto de vista de considerar a las comunidades– deben asumir que el diálogo permanente es una de las vías para lograr sus objetivos de negocio.

Una de las mayores críticas que las comunidades en conflicto realizan contra las empresas es que las últimas tienen una postura soberbia y arrogante frente a las demandas y preocupaciones planteadas en etapas tempranas. Por ello, la participación ciudadana anticipada y vinculante resulta estratégica para el desarrollo de los proyectos, pues es ahí donde se deben recoger las inquietudes de los vecinos e incorporarlas al emprendimiento. De este modo, se genera el valor compartido en el que tanto privados como particulares trabajen conjuntamente en pos del desarrollo sustentable.

Así, las relaciones comunitarias no deben ser solo declarativas, sino que deben estar sustentadas con políticas y planes de acción concretos que permitan la efectiva generación de valor social para todos.

Rodrigo Rivas

Gerente general de Valor Estratégico Consultores

REVISTA DIGITAL

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