Salmonicultura: «Tesla» made in Chile

Oct 25, 2016

Un mar de preguntas dejó AquaSur 2016 en el panorama acuícola nacional. Los expositores, participantes en conferencias y las conversaciones de pasillo dibujaron el nuevo mapa sobre dónde y cómo está navegando la industria del salmón de Chile.

Las tendencias globales para la salmonicultura son muy positivas. Primero, el negocio es el correcto. El salmón es súper eficiente, sano, nutritivo y como lo bautizó Rabobank en esta feria: es el ‘Tesla’ de la proteína animal. Excelente noticia, el modelo de negocio funciona y los accionistas ven futuro. Segundo, la Investigación, Desarrollo e innovación (I+D+i) avanza a pasos agigantados: genética, acuicultura oceánica, vigilancia, tecnología, robótica, bioquímica y un sinnúmero de etcéteras se expresaron en todas las esquinas de la feria. Tercero, la sustentabilidad como megatendencia, principal desafío declarado por la agrupación más importante de los directores ejecutivos de las salmonicultoras del mundo, el GSI (Global Salmon Initiative).

Al debe, así está la industria del salmón chileno en relación al mundo. La construcción de una regulación que pueda dar mayor competitividad a la salmonicultura y potenciar el desarrollo de otras actividades acuícolas no es suficiente para nivelar la cancha. Es evidente la necesidad de enfrentar con celeridad los flancos de pérdida de valor social y político, el detrimento de la imagen de marca del salmón chileno y los desafíos de I+D+i desde y para Chile. Señales sobran: las matriculas en ingeniería y técnico en acuicultura han descendido desde 1.500 a 50 alumnos en cinco años, aún no tenemos una vacuna eficaz para resolver la enfermedad que genera pérdidas por ¼ de las exportaciones, la ciudadanía -y en consecuencia la elite política- se oponen a la actividad de manera decidida, o al menos eso expresaron en el primer trimestre de este año a propósito del vertimiento de salmones a mar abierto luego del bloom de algas.

Lo señalado puede ser interpretado como una oportunidad de cara a una industria 3.0, sin embargo, al oír la bienvenida marcada por declaraciones cruzadas entre el representante del Gobierno y de los empresarios muestran un panorama poco alentador para la escena nacional. Aun cuando ambos comparten el diagnóstico, aparentemente no colaboran.

Mientras se sostiene que los ajustes normativos y procesos administrativos propuestos por el Ejecutivo son esfuerzos insuficientes para reducir la brecha de competitividad de largo plazo, el sector privado insiste en una modificación de corto aliento y avanzar en paralelo con acciones (aparentemente discretas) para reducir las brechas de investigación y relacionamiento social.

La actual institucionalidad pública parece no responder a la demanda de los distintos actores para administrar los conflictos de uso del borde costero: Ley Lafkenche, caladeros de pesca, zonas de interés turístico, protección de lagos, fiordos y canales vulnerables son algunos de los intereses que se cruzan con el necesario rediseño espacial del sector acuícola. Es en este contexto donde el Gobierno invita a los empresarios del salmón a crear vínculos con comunidades locales y otros grupos de interés.

Salir del círculo vicioso del desarrollo y el modelo productivo vigente requiere de un acuerdo amplio con una mirada de largo aliento pero con resultados también de corto plazo.

Entre los desafíos más relevantes se encuentran diseñar correctamente los incentivos para quienes lo hacen bien y castigos para quienes lo hacen mal, controlar los niveles de producción elevados que pueden generar impacto ambiental o sanitario; tener certeza sobre los derechos, avanzar en sistemas de administración de recursos comunes en el borde costero para utilizar aquellos sitios que permitan prevenir enfermedades e impacto ambiental, así como también para proteger áreas de interés de otras actividades o de conservación. Asimismo se hace necesario avanzar en modelos de compensación por uso o impacto para luego invertir en investigación, formación de capital humano o creación de condiciones habilitantes para la operación y calidad de vida de los vecinos, entre otros.

Lo anterior solo es posible creando un ambiente de colaboración institucional, transversal a los vaivenes de la política para la construcción de un plan común de desarrollo productivo.

No se trata de apelar a la voluntad, es un asunto de responsabilidad respecto a nosotros mismos y las nuevas generaciones. Se trata de preguntarnos si seguiremos siendo parte del negocio de la alimentación mundial, de la revolución azul. Si la respuesta es Sí, debemos avanzar en un modelo de producción que devuelva la competitividad a nuestra salmonicultura, cuya base debe ser la relación estable y colaborativa con quienes compartimos el recurso, internalizando los pasivos ambientales y respondiendo a la demanda de una industria sostenible.

Dejar pasar esta oportunidad presenta una nueva pregunta: ¿En qué otra área económica podemos ser ‘top 3’ a nivel global y tener la posibilidad de hacerlo sustentablemente desde el sur de Chile?

Carlos Odebret

Presidente de la Asociación de Salmonicultores de Magallanes.

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