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Alberto Romero y la industria del salmón: «Todos deben frenar sus ambiciones»

Alberto Romero y la industria del salmón: «Todos deben frenar sus ambiciones»

(Pulso) El director de Blumar, Alberto Romero, reconoció que el alza en los costos, por la nueva normativa, está afectando a la industria. «Es claro que la mayor preocupación es el tema sanitario, lo que ha obligado a una serie de medidas regulatorias».

Alberto Romero lleva décadas en la industria pesquera. De bajo perfil, el directivo es representante de las familias Yaconi Santa Cruz y Sarquis en la empresa Blumar, resultante de la fusión de El Golfo con la compañía Itata.

Romero analizó la industria salmonicultora, que aporta el 50% de los ingresos de Blumar. El otro negocio del grupo es la pesca extractiva.

«Hoy se discuten cosas menores y no se analiza lo relevante, pero si hoy no hacemos nada caeremos otra vez en el colapso, como suele pasar cada tres años. La única forma de estructurar esto es de forma racional. Eso hace que todos deben frenar su ambiciones», dice el director de Blumar respecto al futuro de la industria salmonicultora. Actualmente, el Gobierno evalúa modificar algunas normas que han elevado fuertemente los costos de las empresas acuícolas. Incluso, debido a esto, varios compañías están en números rojos.

El objetivo de la autoridad fue elevar la normativa para evitar nuevas crisis como la vivida con el virus ISA.

«La discusión futura de cómo se va estructurar la industria del salmón en el largo plazo es más amplia, no es una discusión de estos meses que quedan de Gobierno», dice categórico Alberto Romero.

¿Qué desafíos enfrenta hoy la salmonicultura?

-El primer desafío es de contingencia. El tema sanitario ha estado bastante afectado. En un trabajo conjunto con la autoridad y las empresas se logró disminuir la mortalidad generada por diferentes enfermedades y hemos tenido buenos resultados. Estamos en primavera y vamos a temperaturas más altas en verano.

La situación sanitaria de la industria salmonicultora este año es superior a que la que teníamos el 2012. Pero es claro que la mayor preocupación es el tema sanitario, lo que ha obligado a una serie de medidas regulatorias y ha empujado tremendamente los costos para la industria.

¿Cuánto han subido los costos de las empresas que operan en Chile en comparación con las que lo hacen en Noruega?

-Aquí las cifras son categóricas para decir que los costos siguen subiendo a lo que había históricamente. Hoy, el costo en Chile debe estar en torno a US$0,5 a US$1 por kilo mayor al que se evidencia en Noruega.

Actualmente, el precio internacional del salmón se mantiene alto, pero la media de las empresas chilenas ha obtenido pérdidas.

¿Eso es motivado por costos que van al alza?

-Los costos son cada vez más relevantes y hay algunos que surgen por mayores regulaciones. Por ejemplo, la introducción de la planificación de los barrios hace que la producción debe entrar y salir en una misma época para todas las empresas que están en esa zona. Por lo tanto, cuando hay que cosechar, el límite del tiempo hace que se haga de manera temprana y no se obtenga el peso total. El salmón, en vez de estar en 4,5 kilos está sólo en 3,5 kilos, pero igualmente se debe cosechar, porque entra el período de descanso y obliga a las empresas a sacar los salmones pese al bajo peso. ¿Por qué tienen ese peso? Porque han debido soportar una serie de medidas sanitarias como baños para el cáligus y vacunaciones, no logrando su crecimiento natural y óptimo.

¿Apuntar a disminuir las siembras no es peligroso para las empresas, considerando los bajos márgenes que obtienen?

-La baja de siembras debe ser evaluada, pero no sé si es peligroso. Hoy, en la industria salmonicultora hay muchas medidas de regulación que son difíciles que se sigan ejecutando por sus costos. Por lo tanto, evaluar y regular en el mediano plazo pasa por una discusión más pública. Vía reglamento es muy difícil definir esto. Este tema será del próximo Gobierno y otro parlamento. Será una discusión más relevante.

¿Hacia dónde debe apuntar esa discusión?

-La discusión futura de cómo se va estructurar la industria del salmón en el largo plazo es más amplia, no es una discusión de estos meses que quedan de Gobierno. No podemos arreglar la regulación de la industria en un verano.

A su juicio, ¿qué es lo relevante en la discusión que debiera venir?

-¿Primero, cuál es la capacidad de carga que soporta el país? Hoy no sabemos cuánto permitiría cultivar el seno del Reloncaví, Aysén, Melinka o Quellón. Se ha estimado que cuando se llega a un nivel de producción hay conflictos por las enfermedades, pero no hay una demostración científica que diga cuánto es lo que podemos producir en esa zona. Cultivar salmones en las Guaitecas es muy diferente a hacerlo en el seno del Reloncaví. Al final, el país debe determinar cuánto producimos en cada parte.

Frente a esto, ¿cómo evalúa el trabajo que realiza SalmonChile y la Subsecretaría de Pesca?

-Hay un esfuerzo importante de la autoridad, pero son soluciones que se pueden tomar hoy por un plazo muy corto. Sabemos que hay 1.200 concesiones, y si en cada una se cultivara se generaría un conflicto muy grande. Hoy el gobierno está preocupado de bajar algunas medidas que quedaron superadas en el tiempo, y que actualmente no son necesarias.

¿Y falta más cohesión en el gremio para este nuevo período?

-María Eugenia Wagner hizo un buen trabajo. Hace seis meses atrás existía un directorio que agrupaba solo al 60% de los salmonicultores. Ella abrió la puerta a actores que tenían un pensamiento distinto en el pasado.

¿El nuevo representante del gremio debe surgir entre los directores o nuevamente se debe tener a un ejecutivo?

-Este no es un gremio político, pero tiene que tener un liderazgo muy fuerte.

¿Qué expectativas tiene de la reciente alianza para promover el salmón en China que firmaron junto a Australis, Camanchaca y Yadrán?

-Son alianzas comerciales. Cada una tenía buenas expectativas del negocio en China y dado que son cifras muy menores las iniciales, y el costo de instalar una oficina es muy alto, las cuatro empresas se unieron y abrieron un sistema en conjunto para vender en ese país. Pero volviendo a las fusiones, creo que ha bajado la intensidad y fue el año 2012 el más relevante en este tipo de actividad, pero hoy no se ven nuevas fusiones. Este año no se ha hablado de una nueva. Por un lado, no sé si es lamentable o no. No es fácil, y el ejemplo está en el caso de Invermar con Cupquelán, porque cada empresa tiene sus activos y pasivos. Cuestan las negociaciones de este tipo. Y a esto hay que sumar a los bancos que son los acreedores.

Fuente / Pulso