Centro de cultivo de salmones

En acuicultura y pesca: Adaptándose al cambio climático

Variaciones de la temperatura y niveles del mar o cambios en la salinidad, acidificación y polución son algunos de los efectos que está provocando el cambio climático. ¿Cómo la industria acuícola y pesquera se prepara a esto?


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En 2006 se estrenó “Una verdad incómoda”, documental que registró los esfuerzos del ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, por educar a la población mundial sobre el calentamiento global. Tal fue el éxito del registro audiovisual que, además de lograr dos premios Oscar y recaudar decenas de millones de dólares, se le ha atribuido la capacidad de remover la conciencia del planeta respecto del cambio climático

Pero más allá de los efectos causados por el documental, lo cierto es que diferentes organizaciones internacionales y científicos de todo el mundo ya venían advirtiendo desde hace algunos años las varianzas climáticas que estaba viviendo el planeta y donde se destaca el aumento de 1°C de la temperatura experimentada por el océano y cuyos efectos “repercuten luego en el clima del continente”, reconoce el director alterno del Instituto Milenio de Oceanografía, Ruben Escribano.

¿Cuál es el problema de todo esto? Se estima que de aquí al 2050 habrá que alimentar a una población mundial mayor a los 9 billones de personas y en condiciones de producción mucho más complejas. Algunas de las adversidades son la menor disponibilidad de agua dulce debido a, entre otros, que se proyecta que en los próximos años las precipitaciones mundiales habrán disminuido en un 20%.

Efectos en el mar

Si bien se advierte como altamente desafiante las alteraciones que podrían conllevar el cambio climático en los hábitats terrestres, debido a una mayor frecuencia de inundaciones, sequías o tornados, por nombrar algunos, las variaciones proyectadas en el mar ciertamente que podrían terminar cambiando la acuicultura y pesca tal como las conocemos hoy.

Un estudio científico del Reino Unido concluye que algunos de los cambios que se observarán dentro de los próximos años son: la incidencia de severos vientos y tamaños de olas, cambios en la salinidad de los océanos y donde la química de los océanos se verá afectada por los gases de efecto invernadero. Específicamente sobre esto último, se prevé una acidificación debido a que se ha constatado que “el pH de la superficie del mar ha decrecido en 0.1 unidades desde 1750”; además de una menor oxigenación debido a la menor solubilidad del oxígeno en aguas más calientes.

Pero eso no es todo. También está ocurriendo un aumento en los niveles del mar promovido por los movimientos de tierras, deshielos y reducción de las masas gélidas de los glaciares. Para hacerse una idea, se calcula que en las costas del Reino Unido el nivel del mar se elevó 1,4 mm por año durante el siglo pasado, es decir, en 100 años el nivel del mar ha aumentado 14 centímetros. Y la tendencia no ha variado.

Amenazas sobre la acuicultura

A pesar de reconocer el aporte y veloz desarrollo que ha tenido la acuicultura a nivel mundial, incluso sobrepasando la tasa de crecimiento de la población humana, el director de la División Políticas y Recursos Pesqueros y Acuícolas de la FAO, Manuel Barange, estima que la tendencia “es probablemente insostenible”. Algunas de las razones que esgrime el científico son la competencia por el espacio, dependencia de recursos marinos como alimento de los cultivos, enfermedades asociadas e, incluso, posible saturación de algunos mercados. Respecto del cambio climático, Barange asevera que “supondrá una serie de dificultades adicionales que la industria tendrá que considerar y que son difíciles de simplificar en esta respuesta porque los impactos dependen de las condiciones de cada cultivo y lugar. Ejemplos incluyen el aumento en el nivel del mar y que pondrá ciertas prácticas en riesgo, el exceso de temperatura podría afectar el crecimiento y favorecer infecciones, así como aumentar el riesgo de crecimiento de algas tóxicas”.

La investigadora del Incar, Doris Soto, junto con el consultor de la FAO, Pedro Bueno, en 2017 publicaron el informe “Estrategias de adaptación del sector acuícola a los impactos del cambio climático” y donde describieron que los posibles impactos que tendrá que sortear la actividad son, básicamente, tres: físicos (temperaturas y precipitaciones anómalas, inundaciones, ciclones y sequías, entre otros), químicos (acidificación, cambios en la salinidad y bajas de oxígeno) y biológicos (eutrofización, bloom algales nocivos, más patógenos y parásitos y polución). No obstante, más allá de que estas varianzas puedan ser esperables, Soto hace hincapié en que la actividad mundial “desde ya tiene que prepararse para los fenómenos sorpresa, es decir, cambios bruscos en ciertas condiciones ambientales. Por ejemplo, blooms de algas o que grandes extensiones de mar se queden sin oxígeno”.

Sin desear alarmar, el estudio “Vulnerabilidad de la acuicultura a escala global ante el cambio climático, publicado en 2016 por Fish and Fisheries, concluyó qué las producciones acuícolas marinas más vulnerables a los impactos del cambio climático son, lamentablemente, las de Chile y Noruega.

La lotería de la pesca

Como es obvio, la acuicultura no será la única afectada. La actividad extractiva se verá altamente impactada dado que “los cambios ambientales (calentamiento, enfriamiento, pérdida de oxígeno o acidificación) afectan la disponibilidad de alimento para los recursos”, expone el director alterno del IMO, agregando que “el zooplacton puede modificar su composición, tamaño, ciclos de vida y distribución espacial, y todo esto altera el espectro de alimento y disponibilidad para larvas y juveniles de peces, con consecuencias para el reclutamiento y tamaño de los stocks”.

El representante de la FAO opina en la misma senda, aunque no descarta efectos positivos. Es que aspectos como el calentamiento global “tiene efectos negativos en zonas tropicales, donde las temperaturas ya condicionan la productividad de las aguas, pero los efectos serán positivos en zonas de alta latitud, donde las temperaturas frías reducen la temporada productiva”, apunta Manuel Barange y recalca que “las especies marinas con capacidad de cambiar su zona de distribución podrían desplazarse o dar la impresión de desplazamiento, como resultado de los cambios de temperatura. Nuevas especies podrían aparecer allí donde las dominantes dejan de serlo”.

Más allá de conocer cuáles y cómo las diferentes especies pesqueras serán afectas por el cambio climático, un estudio liderado por William Cheung pone el acento en que habrá una menor diversidad de recursos. Es que “al igual que las biomasas terrestres, la biodiversidad marina está siendo impactada simultáneamente por diversas actividades humanas tales como la sobrepesca, destrucción de hábitat y polución. En este sentido, el cambio climático viene a agregar y amplificar estos impactos en la biodiversidad marina”.

Normativa flexible

Si bien no se conocen en detalle los escenarios que tendrá que enfrentar las industrias acuícolas y/o pesqueras en el mediano o largo plazo, se advierte que las normativas deberían ser más flexibles. “Si tenemos que enfrentar lo desconocido, el sistema regulatorio debería permitirte responder a lo desconocido y en un breve plazo”, analiza el gerente general del Intesal, Alfredo Tello.

Frente a esto, el director regional de Sernapesca, Eduardo Aguilera, reconoce que se ha estado trabajando sobre estos temas y más aún luego de la creación en enero pasado de la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático, “lo que nos permitirá coordinar las distintas acciones del Estado para poder enfrentar la realidad que representa el cambio climático”. De todas formas, la autoridad reconoce que “debemos contar con normativas que contemplen elementos dinámicos para ajustarse, por ejemplo, a posibles efectos negativos que tenga el cambio climático y que se relaciona con la virulencia de los patógenos o blooms de algas”.

En este sentido, en 2014 el Ministerio del Medio Ambiente elaboró una propuesta en el marco del Plan de Acción Nacional de Cambio Climático y de la actualización de la Estrategia Nacional de Biodiversidad y donde poco se hace referencia al sector acuícola. Sí se aborda la actividad pesquera y donde algunas de las acciones que se proponen son: Apoyar la implementación de planes de manejo en las pesquerías nacionales; Fortalecer el Programa de observadores científicos a bordo de las flotas pesqueras nacionales; y Fortalecer el Plan de Reducción del Descarte y la Pesca Incidental en las pesquerías nacionales.

Herramientas de mitigación

Frente a este panorama, las industrias acuícola y pesquera –consciente o inconscientemente– se han venido preparando para los posibles efectos del cambio climático. Dentro de estas acciones se encuentran los desarrollos para elaborar dietas para peces con una menor inclusión de proteínas marinas y de forma de depender menos de las pesquerías; la implementación de sistemas de oxigenación para mitigar la acción de floraciones de algas o bajas de oxígeno; la producción de peces mejorados genéticamente y más resistentes a determinados patógenos o el uso de sensores para el monitoreo continuo del ambiente, “que son herramientas clave para enfrentar contingencias”, apunta el director alterno del IMO.

Y si bien algunos estudios sugieren para la fase de engorda sofisticados desarrollos de sistemas de cultivo estancos, todavía existen alternativas que, al menos, aparentan ser más económicas.  “La FAO promueve el concepto de Áreas de Manejo Acuícola (AMA), donde decisiones de gestión se toman de manera colectiva para proteger el medio ambiente, reducir riesgo para inversores y minimizar conflictos con otros usos del medio ambiente. Parte del proceso de las AMA es la identificación y mapeado de posibles riesgos, para asegurar respuestas efectivas. En Chile, el concepto de AMAs ha sido utilizado con éxito para rehabilitar la industria tras la crisis del 2007”, explica el representante de la FAO, agregando que “las AMAs pueden ayudar a la adaptación al cambio climático porque la información colectiva puede utilizarse más eficazmente que si es interpretada por acuicultores individuales”.

Acerca de las pesquerías, donde los efectos del cambio climático pueden ser diferentes dependiendo del área geográfica, los investigadores recomiendan adaptar medidas de gestión, como modificar las épocas de pesca o de veda; adaptar instituciones dado que los recursos previamente exclusivos podrían ser compartidos por varios países; promover la diversificación en los pescadores y las industrias; y, finalmente, apoyar más la planificación para aumentar la capacidad de resistencia a emergencias.

En general, se estima que las consecuencias del cambio climático serán más relevantes a través del tiempo y, por lo tanto, la planificación y medidas que se adopten hoy serán una buena receta para enfrentar de mejor forma lo que depara el futuro.