Midiendo a las incubadoras de negocios

Abr 17, 2018

Siguiendo el axioma de «lo que no se mide no se puede mejorar», varias incubadoras y aceleradoras nacionales han ingresado a ser parte de distintos ránkings nacionales e internacionales respecto a su operación e impacto, lo cual es muy bueno para todo el ecosistema, pues nos permite ir reconociendo a las organizaciones destacadas, aprender de […]

Siguiendo el axioma de «lo que no se mide no se puede mejorar», varias incubadoras y aceleradoras nacionales han ingresado a ser parte de distintos ránkings nacionales e internacionales respecto a su operación e impacto, lo cual es muy bueno para todo el ecosistema, pues nos permite ir reconociendo a las organizaciones destacadas, aprender de sus buenas prácticas y perfeccionar el apoyo a los nuevos negocios chilenos.

Sin embargo, al revisar los resultados de los ránkings desde el año 2014, emergen singularidades que generan cuestionamientos a ciertos resultados, más aún si en algunos de ellos la única manera de ser considerados es por medio del pago de cifras no menores anualmente.

Lo extraño de los resultados de estos ránkings es que las organizaciones presentes en los primeros lugares en un año ya no aparecen en los siguientes. Otra situación es que el mismo año en que una organización fue destacada en uno de estos ránkings internacionales, esta estuvo muy cuestionada a nivel nacional respecto a la calidad de los servicios a sus incubados (evidencia en RR.SS. y reclamos formales), poniendo en cuestionamiento la revisión y veracidad de los datos que se entregan para estos análisis. Por otro lado, la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo) el año pasado destacó a dos organizaciones por su gestión local, pero solo una de ellas coincidió en los ránkings internacionales.

Estos hallazgos podrían entenderse como normales cuando se empieza a medir algo de manera global basado en la confianza, pero lo preocupante es que este tipo de ránkings sean exigidos directa o indirectamente como validantes de la gestión de las incubadoras de negocios o que solo sean ocupados por estas organizaciones para destacarse y sobresalir, pagando el costo económico que esto implica durante un año, sin pretender ser evaluados para mejorar.

Por esta razón, las preguntas que emergen de esas preocupaciones son: ¿para qué nos medimos? ¿debería haber coincidencia entre lo que se mide localmente y lo que se mide de manera global? ¿se debe revisar la veracidad de la información que es entregada por las organizaciones? ¿le hace bien al ecosistema referirse a procesos de ranqueo en donde solo se puede participar si se paga?

Las respuestas deberían venir del mismo ecosistema y en la co-construcción de parámetros pertinentes a las diferentes realidades de las organizaciones y en directa relación con los desafíos que el país defina. Esto porque no da lo mismo desarrollar nuevas empresas que ofrecen aplicaciones para el aumento del consumo, que nuevas start-ups que brinden soluciones médicas de bajo costo y mayor exactitud. De esta manera para que podamos saber para qué medimos el trabajo y el impacto de la incubadoras y aceleradoras de negocios, hay que tener claro qué es lo queremos como país en 20 años más. Sin duda, otro gran desafío de la nueva administración nacional del emprendimiento y la innovación.

Luis Lino

Director general del Centro de Innovacion y Transferencia Tecnológica (Innovo) de la Universidad de Santiago de Chile (USACh).

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