La acuicultura chilena se mide hoy en día sobre la base de empresas exportadoras de mediano y gran tamaño, cuyos principales cultivos son salmones, truchas y mejillones en aguas marinas. Chile, es uno de los principales exportadores de productos del mar a nivel mundial.
Es importante mencionar la contribución económica de estas empresas, pero también se debe reconocer el papel de la acuicultura de pequeña escala (APE) en la alimentación y medios de vida de comunidades costeras.
La APE es una actividad gestionada en familia, de pocos empleados o a cargo de una pequeña comunidad. Hay más de 800 centros de cultivo APE, la mayoría en la región de Los Lagos, pero la actividad tiene presencia nacional.
Cabe cuestionarse, en un contexto de pospandemia y sobreexplotación de las pesquerías en el mundo, en el cual la pesca artesanal de países de América del Sur enfrenta algunas complicaciones, cómo la APE puede revertir la situación.
A largo plazo, es una alternativa de diversificación productiva que puede convertirse en el principal ingreso de pescadores y pescadoras artesanales, o complementar sus ganancias, frente a factores como el cambio climático, que amenazan su producción.
Hoy, la asistencia técnica y organizacional del Estado es fundamental para fortalecer la APE y lograr mayor representatividad de acuicultores y acuicultoras de pequeña escala, así como de aquellos pescadores y pescadoras artesanales que deseen incursionar en esta actividad. Se necesitan esfuerzos para comercializar, mediante cadenas cortas de abastecimiento, las cosechas de la acuicultura y un estatuto normativo.
El 2022 fue declarado Año Internacional de la Pesca y la Acuicultura Artesanales (AIPA), oportunidad para reconocer a trabajadores y trabajadoras del mar que proporcionan alimentos sanos a miles de millones. Chile es observador de esta instancia, un excelente motivo para discutir mejoras en el sector.
*Esta columna fue escrita por Eve Crowley en conjunto con el subsecretario de Pesca y Acuicultura, Román Zelaya Ríos.
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