Transcurrido ya casi todo el período de propaganda plebiscitaria, llama notablemente la atención la falta de contenido de ambas franjas electorales. Y es que, efectivamente, ambas esquinas del ring parten de la hipótesis –corroborada ya a esta altura del partido– de que el voto no es racional sino que emocional. En otras palabras, no hay que convencer a la masa votante de los beneficios y perjuicios de inclinarte por una u otra opción, sino más bien hay que motivarlos a participar mediante la empatía, aun cuando la opción elegida carezca de contenido, razón e incluso lógica.
El excesivo simplismo que ataca a nuestra sociedad –y no sólo la chilena sino que la global– es la tumba de la democracia representativa, dijo Carlos Peña. Y es que este simplismo se ha traducido en soluciones superfluas a problemas complejos y de múltiples variables. Preferimos aceptar una realidad que podamos digerir a comprender la multifactorialidad de las sociedades de hoy en día. No importa la verdad siempre que podamos inventarnos una post verdad. Y bueno, los políticos se aprovechan de eso…
Al revisar los mensajes, las franjas y propagandas plebiscitarias emitidas, no dejo de pensar en el circo que nos han montado. Y es que otra vez nuestros honorables representantes han puesto en evidencia la escasa sintonía que tienen con la gente. En todo este tiempo no se ha hablado ninguna palabra de lo que es una constitución, su rol en un estado de derecho, sus funciones y lo que es más importante: ¿qué vicios y virtudes tiene esta constitución en particular?
Y es que los partidarios del apruebo ofrecen el oro y el moro con un cambio constitucional. Nos quieren hacer creer que todos los males que endémicamente han atacado a Chile tienen su origen y causa en el texto de Pinochet, piedra angular de la desigualdad en Chile y la principal causa de la riqueza de los ricos y la pobreza de los pobres. Que solucionarán de un zarpazo lo que no pudieron hacer en 30 años. Y los del rechazo también ponen de su cosecha. Predican la venida de los cuatro jinetes del apocalipsis si el pueblo chileno osa: 1) Modificar un modelo económico neoliberal que desde sus inicios fue un experimento económico global. 2) Modificar un sistema político que de facto ya fue modificado y que ni siquiera ellos lo respetan.
Lo que no te dicen las franjas es que el rol de una constitución es fijar un límite al poder. Y lo hace de dos formas: primero, atribuyendo funciones, límites y contrapesos entre los distintos poderes del estado de manera que estos puedan coexistir pacíficamente resolviendo sus problemas de forma institucional. Segundo, reconociendo derechos fundamentales del individuo frente al Estado. Tampoco te dicen que una constitución también fija las pautas –y ojo, sólo las pautas– para otras normas jurídicas, las cuales deben someterse a esta.
No te dicen que esta constitución se preocupó de resguardar en demasía –por razones históricas- el derecho de propiedad en desmedro de otros derechos fundamentales y que producto de esa redacción se hace imposible impedir a un exportador de paltas que prive del agua a la gente de Petorca.
Pero tampoco mencionan que ninguna de las constituciones extranjeras cuyo modelo plantean seguir –como la alemana– consagra ni siquiera un derecho social, ya que, de hacerlo, dichos países tendrían atiborrados sus tribunales de justicia con demandas en contra del estado exigiendo derechos que en la práctica no se pueden cumplir.
No juzgan necesario explicarle al pueblo chileno cuál es el rol del Banco Central como ente encargado de la emisión de billetes, la importancia de su autonomía y de los peligros que abundan si esta institución cayese en manos de un gobierno populista. No te explican que existen iniciativas de reforma muy interesantes, como la facultad de los ciudadanos para presentar proyectos de ley o el derecho ciudadano a remover las autoridades. Nada de eso te dicen.
En lugar de eso, presentan una serie de slogans, cortos y sin mucho contenido. “Por una vivienda digna”, dirá el apruebo, y “Para no destruir lo que hemos construido”, responderá el rechazo. Nada más lejano de la realidad. Poco importa al parecer que exista un manto de corrupción a todos niveles del Estado y que los servicios públicos sean caros y completamente ineficientes producto de operadores políticos miembros de partidos, los cuales son los que verdaderamente gobiernan este país.
Sea cual sea la opción que gane, lo importante es que exista un decisión política informada. Si las principales demandas ciudadanas dicen relación con una participación ciudadana más activa en las políticas públicas, lo lógico es que esta misma ciudadanía sea más responsable y se informe acerca de las decisiones que tome y no se deje convencer con frases baratas. Infórmate y no dejes que otro decida por ti.