Jorge Quiroz: “Estamos frente a un fracaso regulatorio nacional de proporciones”

Feb 27, 2017

Según el economista, "una regulación ineficiente y micro intervencionista a niveles Kafkianos, tiene sumida a la industria en un círculo vicioso de baja rentabilidad, bajos precios y escasos recursos para poder salir del atolladero de modo definitivo".

En Chile, el socio principal de Quiroz & Asociados, el doctor en Economía, Jorge Quiroz, es consultado por empresas de los principales sectores económicos del país incluyendo los sectores energético, industrial, transportes y comunicaciones, de infraestructura y construcción, comercial, financiero y recursos naturales. Dentro de estas últimas, sus análisis certeros se han convertido en unos de los más solicitados por parte de salmonicultoras y pesqueras. Se dice que, desde que fueron fundadas las oficinas en 2001, la compañía ha “asesorado a más de cien empresas” chilenas y extranjeras, tanto del sector público como privado.

Por su conocimiento transversal, no es de extrañar que Jorge Quiroz tenga una visión clara respecto de los motivos que han llevado a la industria del salmón de Chile a perder competitividad. A su juicio, el marco normativo del país es uno de los primeros responsables.

A continuación un extracto de la entrevista que será publicada en la próxima edición de AQUA.

Si bien Chile ha logrado bajar sus costos de producción, se estima que todavía siguen por sobre los de otros países salmonicultores. Según sus análisis, ¿cuáles son las principales razones de esta diferencia?

Los costos en Chile son más altos, y la vulnerabilidad del sistema mayor, no porque los empresarios noruegos sean mejores que los chilenos, sino porque tenemos reglas del juego que son mucho peores que las noruegas. Estamos frente a un fracaso regulatorio nacional de proporciones. Tenemos las reglas incorrectas. En breve, debemos recordar que aquí no compiten tanto ‘empresas noruegas’ con las ‘empresas chilenas’. Lo que compite es ‘el sistema noruego’ con el ‘sistema chileno’ y el primero es muy superior al segundo. Como los mercados están integrados globalmente, a la larga, el sistema que funciona peor está condenado o a imitar al exitoso o a extinguirse. Es así de claro y así de dramático.

Noruega es líder en costo, valor del producto vendido, rentabilidad y estabilidad gracias a una regulación que descansa de modo fundamental en el concepto de capacidad de carga total del sistema. Para producir, las empresas precisan de autorización en un sitio –análogo a nuestras concesiones– pero también requieren de licencias de producción –como las cuotas de pesca– y el número total de licencias es fijado por la autoridad. De ese modo se controla la principal externalidad del sistema: se vela porque no se exceda la capacidad de carga. Esta última, por su parte, se incrementa muy paulatinamente a lo largo de los años, evitando shocks bruscos, muy distinto de lo que ocurre acá donde de un año a otro la producción puede fluctuar 20%, 30% o incluso más.

En contraste con Chile, y dado que Noruega controla la más importante condición de borde, esto es, la capacidad de carga, la regulación en dicho país es mucho menos intervencionista en el ‘micro management’. En Chile, en cambio, no controlamos lo que hay que controlar pero ‘en subsidio’ nos tapamos de micro medidas y micro intervenciones muy costosas y poco efectivas, existiendo a la fecha una suerte de maraña Kafkiana de medidas que casi no se entienden. De paso, nuestra regulación genera una suerte de ‘bolsones’ de oferta conjunta (por el asunto de las cosechas coordinadas) lo que dificulta las negociaciones de precio e implica en definitiva un traspaso del escaso excedente del productor nacional a los intermediarios y consumidores del resto del mundo.

Las consecuencias del marco noruego son enormemente positivas para esa industria y, por ende, permite mejores negociaciones con los clientes. Los noruegos, en gran medida gracias a este marco regulatorio mucho más inteligente que el nuestro, han logrado reducir el uso de antibióticos y con ello una de las excusas de los compradores para pagar menos por el producto. La mayor rentabilidad de la industria noruega permite también dietas que, el mercado final al menos, le atribuye mejores cualidades en el producto final, lo que también comanda mejores precios. En breve, una regulación inteligente en Noruega y un mejor ‘sistema’, ha dado lugar a un círculo virtuoso: más rentabilidad y más recursos para un mejor producto, mejores precios, más sustentabilidad. En contraste con Chile, donde una regulación ineficiente y micro intervencionista a niveles Kafkianos, tiene sumida a la industria en un círculo vicioso de baja rentabilidad, bajos precios y escasos recursos para poder salir del atolladero de modo definitivo. Creo que la única forma de cambiar este lamentable estado de cosas es hacer lo obvio: copiar las reglas del juego de Noruega. Lo demás es música.

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