Investigación señala que incendios han moldeado el paisaje de la patagonia durante los últimos 18.000 años

Feb 17, 2023

Una reciente publicación científica muestra el trabajo de un grupo de investigadores que examinaron cuándo, dónde y por qué ocurrieron incendios durante los últimos 18 mil años en las regiones de Los Lagos y el norte de Aysén.

Una investigación chilena fue publicada recientemente en la revista científica Quaternary Science Reviews sobre la ocurrencia de incendios en los ecosistemas templados de la Patagonia noroeste durante los últimos 18 mil años en búsqueda de sus posibles gatillantes y consecuencias ambientales.

La investigación fue liderada por Patricio Moreno, académico de la Universidad de Chile, quien junto a un grupo de científicos que incluyó paleoecólogos, arqueólogos y vulcanólogos analizaron una zona de estudio que abarcó la región de Los Lagos y la parte norte de la región de Aysén (40°- 44° S).

De acuerdo a los investigadores, durante la mayor parte del periodo evaluado, fueron principalmente los intensos cambios climáticos los que desencadenaron modificaciones rápidas en la vegetación, generando condiciones favorables, por ejemplo, mucha biomasa muerta (leñosa o herbácea), que promovieron las condiciones para el origen y propagación del fuego.

En el estudio las principales causas que examinaron fueron tres: la actividad volcánica, el forzamiento climático y las actividades humanas. La fuente de información proviene del estudio de sedimentos de pequeños lagos, los cuales albergan una riqueza de datos acerca de los ambientes en el pasado, entre otros, la vegetación antigua, los incendios del pasado y las cenizas de erupciones volcánicas de la cordillera de los Andes.

Para Patricio Moreno, autor principal del artículo científico, estos incendios modificaron la adaptación de los árboles, “hay sitios suficientemente espaciados en la región como para detectar gradientes tanto en la ocurrencia de fuego, como en la paleovegetación, recogiendo las observaciones es posible decir que los sitios con mayor influencia de fuego muestran los mismos cambios en la vegetación, pero con mayor rapidez y magnitud, el fuego en este caso es un catalizador de cambios”, expuso el investigador.

Por otro lado, la investigación señala que sitios ubicados en sectores más hacia el norte, donde la ocurrencia de fuego fue mayor y las condiciones de precipitación y temperatura son distintas, muestran persistencia de árboles que poseen mayor resistencia a las sequías de verano y a perturbación por fuego. Mientras que, los sitios ubicados en la cercanía de centro eruptivos muestran mayor predominio de árboles favorecidos por perturbaciones frecuentes.

En el estudio se indica que, junto a las condiciones climáticas, la influencia humana es un factor de creciente importancia en la ocurrencia de incendios forestales durante los 4 mil años más recientes del registro. Se determinó que el incremento de los habitantes de las costas del continente y de los archipiélagos, donde grupos de cazadores-recolectores-pescadores hacían uso del fuego para múltiples necesidades, generó una presión adicional sobre los ecosistemas. Esta influencia comenzó a desarrollarse en el marco de condiciones climáticas crecientemente variables a lo largo de los últimos 6 mil años.

Sin embargo, apuntan en la investigación, que el mayor aumento de los incendios se registra en los últimos cuatro siglos, los cuales se relacionan directamente con el asentamiento generalizado y la limpieza de tierras a gran escala realizada por colonos europeos y chilenos, quienes al verse enfrentados a terrenos tupidos de vegetación realizaban una limpieza de los campos por medio del uso del fuego.

El arqueólogo del Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP), que colaboró en esta publicación, Dr. César Méndez, explicó sobre cómo se puedo evaluar el aumento de incendios relacionados a la presencia humana.

“Para la reconstrucción de los patrones de incendio del pasado se utiliza la técnica de conteo de partículas macroscópicas de carbón, las que se obtienen de sedimentos de los fondos de lagos y lagunas. Dado que los cuerpos de agua reciben permanentemente las partículas suspendidas y las depositan en el fondo, éstas quedan ordenadas asemejando una secuencia de tiempo”, describió el Dr. César Méndez.

Y agregó que “contando las partículas de carbón se puede saber en qué momento los incendios fueron más frecuentes e incluso se puede extrapolar cual fue la magnitud de los eventos de fuego en determinados momentos”.

En el estudio, además, se detectó un periodo de máxima acumulación de las fechas con presencia de partículas de carbón de sitios arqueológicos en la misma región, los que marcan un tiempo donde la ocupación del espacio fue generalizada; en otras palabras, periodos donde había presencia humana en todas partes.

César Méndez aclaró que “cuando se le compara con la serie de carbonos, este periodo coincide con la máxima cantidad de incendios inferidos. Los cambios ambientales y otros factores (volcanismo) no pueden explicar por sí solos la cantidad y distribución de los incendios de esta época, particularmente los de los últimos 2000 años”.

Y añadió que “muy probablemente fueron los seres humanos quienes por medio de sus actividades intervinieron de manera sustantiva los ecosistemas, contribuyendo a la mayor cantidad de incendios, tanto de manera involuntaria (alguna fogata descontrolada) o voluntaria (quema de espacios para actividades hortícolas) y así dejaron su huella en el norte de Patagonia”.

Esta publicación fue realizada por Patricio Moreno, junto a Carla Henríquez, Emilia Fercovic y Leonardo A. Villacís de la Universidad de Chile y Center for Climate Research and Resilience (CR2), César Méndez del Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (CIEP),  Omar Reyes del Centro de Estudios del Hombre Austral de la Universidad de Magallanes y de CIEP, Rodrigo Villa-Martínez del Centro de Investigación GAIA-Antártica de la Universidad de Magallanes y Brent Alloway del Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

La investigación completa se encuentra disponible para leer en la web de la revista científica Quaternary Science Reviews.

Fotografías: CIEP

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