“Ojalá los parlamentarios se interesaran en conocer la importancia de nuestro trabajo”

Ene 31, 2024

Luisa Zapata, dirigente sindical de la industria pesquera, cuenta su historia frente al inicio de la discusión parlamentaria del proyecto de Nueva Ley de Pesca.

A primera vista Luisa Zapata parece una mujer dura, la vida de esfuerzo quizás la lleva marcada en la piel. Sin embargo, al recorrer su historia la emoción surge en su relato en el que, reconoce, se repite en varias de sus compañeras. Es que son muchas las mujeres de Talcahuano que han pasado su vida al interior de las plantas de proceso de la industria pesquera. Ellas han visto cambios importantes en tecnología y gracias a los productos del mar han podido llevar el pan a su hogar. Entre turnos han sido hermanas, madres, esposas, cuidadoras, mujeres luchadoras que dan ejemplo a las nuevas, generosas, porque enseñan lo que saben a otras, alegres y solidarias.

Actualmente es directora de capacitación de Fetrach, tesorera del Sindicato Congelados del Pacífico de la Empresa Pacific Blu y vicepresidenta de la Asociación Gremial de Trabajadoras de Plantas de Consumo Humano de la Industria Pesquera y Salmonera de la región del Biobío.

Luisa egresó de la Industrial de Hualpén en donde estudió Refrigeración y aire acondicionado. Cuenta que era la única mujer en el curso. Se le hizo fácil estudiar, le gustaba hacer cosas con las manos, y se sentía muy integrada con sus compañeros. Luego hizo su práctica en Asmar, fue su primera experiencia laboral, la que duró seis meses. Al egresar, le costó conseguir empleo en su rubro y tuvo que optar por la costura, técnica que había aprendido de su mamá junto a la máquina de pedal.

Tuvo varios trabajos informales, por ejemplo, en un taller haciendo peluches y luego a través de encargos de una señora que cosía para el retail. “Fueron años duros”, recuerda Luisa Zapata, el trabajo era por temporadas, “nunca nos faltó nada en la casa, pero no pude seguir estudiando, como me habría gustado”, agrega. Otro trabajo que hizo por esos días fue coser en un taller de redes de barco. “Era un empleo a todo sol, me enfermé y lo que gané me lo gasté en remedios”.

Siguió buscando empleo y encontró un puesto para descolar langostinos en El Golfo, fueron sólo dos temporadas, luego consiguió un puesto de operaria en una conservera llamada Lo Arrieta, “era algo medio clandestino. Trabajaban muchas mujeres. Yo tenía expectativas por encontrar un trabajo formal”.

Un difícil camino a la estabilidad

“En la conservera nos quedaron debiendo dos meses de sueldo, se desapareció nuestro empleador y junto a cuatro compañeras decidimos buscar trabajo en alguna fábrica de zapatos”, continua su relato Luisa, y agrega que “nos fue mal, pero nos dijeron que en el frigorífico ubicado en Heras estaban recibiendo gente. Caminamos desde calle Prat hasta Chillancito. Nos fue bien, nos entrevistaron y nos dejaron para partir el turno de noche un domingo, era el 1 de julio, aprendimos de todo, trabajaba con merluza congelada. Hacía mucho frío, recuerdo que no tenía la ropa adecuada. Estaba en el empaque, en la parte final del proceso, tenía las manos congeladas y me propuse aguantar, nos daban una colación fría, una fruta, un huevo duro y un ‘sapito’, además de una taza de café”.

La dirigente agrega que “era difícil, había mujeres fileteras que eran muy duras con nosotras las jóvenes. Le pedí a Dios que me ayudara y desde ese día no he parado, llevo 33 años en esto”. Recuerda que a los seis meses pasó la prueba y pudo firmar  contrato. “Me acostumbré al turno, el primer fin de semana libre me lo dormí todo”, sonríe al recordar.

Reconoce que  siempre ha sido responsable, le gustó trabajar, tuvo harta iniciativa. Siempre ha sido operaria, aunque quiso aspirar a ser supervisora, pero nunca se le dio la oportunidad. No fue posible hacer carrera, pero sí tener estabilidad laboral, “eso me dio la oportunidad de ayudar a mi mamá a mis hermanos menores. También he sido cuidadora de mi hermana mayor que quedó sorda y de mi mamá en su etapa de enfermedad”. Dentro de la planta tuvo una pareja por 20 años, “me di un tiempo para mí, y  para el amor”.

Y, como si fuera poco, escogió el camino sindical, todo partió con la idea de un canasto familiar, sus compañeras la empujaron a hablar con el jefe para que las apoyara. “Soy sociable y me gusta cooperar con lo que se pueda”. Ser dirigente sindical le hizo salir de la planta y aprender otras cosas y, aunque le afectó económicamente, siguió adelante.

“El escenario en la pesca siempre ha sido complicado y hoy no es distinto, mucha incertidumbre nos preocupa. He visto muchas compañeras partir sin el reconocimiento necesario. Hemos tenido un trabajo especializado, gracias a la motricidad fina propia de nosotras las mujeres, por años hemos buscado  reconocimiento, sin éxito. Hemos entregado mucho y lo seguimos haciendo, pues lo hacemos con la conciencia de que producimos para el consumo humano”, destaca la dirigente sindical.

Hoy Luisa se siente feliz, está en pareja y tiene un buen trabajo. No quiere jubilar, porque todavía se siente con energía para seguir, “falta mucho por hacer, principalmente visibilizar todo el esfuerzo de las mujeres en las plantas”, puntualiza y agrega que en su agenda está el reunirse con autoridades para invitarlos a conocer la realidad de las y los trabajadores que están en las plantas de proceso.

Fotografía: Pacific Blu

Lo último
Te recomendamos

REVISTA DIGITAL

[latest_journal_single_iframe]