Todos hablan del «Seikongen» y quizás por ello se transformó en un tema político. Legisladores y alcaldes amplificaron el debate, se sumaron a las marchas, interpusieron recursos en la corte, levantaron la voz en la prensa y redes sociales para afirmar que el «Seikongen» es un peligro para votantes y toda la sociedad, que no debe descargar aquí, que no descargue allá. Mientras, las ONG’s alegan que el hundimiento del barco es responsabilidad de una salmonicultura insustentable y que por ello, esta industria debe ser borrada del mapa.
De boca en boca, lo ocurrido con el «Seikongen» va adquiriendo ribetes de leyenda, se van construyendo medias verdades, se publican noticias falsas, se interponen recursos de protección y todo, con el fin de evitar que el barco llegue a puerto y descargue los residuos que, según la autoridad marítima y expertos en el tema, no son peligrosos.
En el hundimiento no hubo ni un herido, se evitó derrames que afecten el medio ambiente, y el reflotamiento fue técnicamente un éxito. Además, existe un plan cuidadosamente diseñado para terminar el proceso de limpieza de las bodegas de la nave. El resto, es la construcción del mito.
Entonces, el verdadero interés tras esta parafernalia, es seguir golpeando la alicaída reputación de la industria del salmón y de paso, como el perro del hortelano que no come y no deja comer, se impide también que se resuelva el problema dándole destino a los residuos.
Es de esperar que una vez terminado el espectáculo y en el uso de sus atribuciones de fiscalización, la autoridad pueda supervisar la implementación del plan del armador para hacer la descarga de forma segura.
Pese a ello, la leyenda del errante «Seikongen» ya se está contando y la industria tendrá que buscar nuevas formas para contar su propia historia.