Durante el debate y la votación sobre el nuevo fraccionamiento en la Cámara de Diputados, la frase «hacer justicia» se escuchó como un eco incesante entre los legisladores. Ante tal invocación, poco importa si se comprende realmente el esfuerzo o la labor de los trabajadores implicados; la potente consigna «hacer justicia» eclipsa incluso la verdad más evidente. Frente a esta causa sagrada, ni los argumentos técnicos, ni las consideraciones laborales o de sustentabilidad logran hacer frente al noble, aunque ambiguo, propósito de los honorables.
Como trabajadores –y de manera bastante inocente– cometirmos el error de pensar que había terminado el juicio (y la condena) hacia los trabajadores de la industria por los lamentables hechos ocurridos hace más de una década, que a pesar de haber sido sancionados por los Tribunales de Justicia como corresponde a un estado de derecho, el juicio aun continua en el Congreso.
En este afán de “justicia” ya ni siquiera importa lo que se diga, o si es real o no. Ya no importa saber que el actual fraccionamiento fue producto de un acuerdo entre el mundo artesanal e industrial en la llamada “Mesa Pesquera” antes de que ingresara a trámite la ley actualmente vigente. Se olvida que en esa misma mesa pesquera el sector artesanal aumento sustantivamente su participación en todas las grandes pesquerías, y a nuestros legisladores tampoco les importa que en esa mesa para el sector artesanal el Jurel NO era de interés.
El “hacer justicia”, en esta materia se ha alejado completamente de su objetivo esencial y se ha convertido en un muy buen eslogan para decir y hacer cualquier cosa. Por ejemplo, en la discusión de la actual Ley de la Jibia, se dijeron las cosas más aberrantes, y donde el presidente de la Comisión de Pesca del Senado de la época dijo que dicha ley crearía 500 mil empleos. Pero, al igual que ahora, no importaba cuan descabellado fuera el argumento, puesto que el bien mayor era “hacer Justicia”.
Esperamos que, en el Senado actual, se logren corregir los excesos y ambiciones desmedidas, pensando fundamentalmente en el estancamiento económico en el que estamos como país, considerando que lo que necesitamos es mantener y fortalecer la formalidad en el trabajo y tratar de revertir el alto índice de empleo informal que tenemos en la actualidad, y pensando sobre todo, en una actividad pesquera equilibrada y responsable, en donde el eje central sean los argumentos técnicos.
De lo contrario, es casi seguro que en unos años más volverán a reducir la participación de la industria con el mismo argumento desgastado, porque este juicio interminable está lejos de concluir. Mientras tanto, quienes trabajamos en esta industria seguiremos quedando en la calle, cesantes, saliendo a protestar, cargando con el estigma y el desprecio de nuestras propias autoridades. Nos aferramos a la esperanza de que algún día termine el juicio más largo y devastador de la historia pesquera de Chile, pero esa esperanza se enfrenta cada vez más a un muro de indiferencia y desprecio político.

