Martín Rozas es reconocido como uno de los pioneros de la acuicultura chilena por varios motivos. Por un lado, y junto con su amigo Pedro Hurtado, participó activamente de la creación de Pacific Star (hoy Salmones Austral) en una zona donde estaba todo por hacer, Quellón (región de Los Lagos). También apostó tempranamente por la engorda de abalón rojo (Haliotis rufescens) en las mismas aguas chilotas. Sin embargo, uno de sus principales aciertos se relaciona con dar valor a un residuo que comenzaba a copar los vertederos del sur de Chile junto con el crecimiento de la salmonicultura. Gracias a sus desarrollos, las vísceras de salmón ahora se comenzaban a destinar a la producción de harina y aceite de pescado y, en el camino, se le daba vida a una exitosa compañía, Pesquera Pacific Star (hoy Fiordo Austral).
Inspirado en la anterior historia de innovación en torno a los productos del mar, el hijo de este pionero, Manuel, empezó a analizar en cómo darle mayor valor aún a residuos acuícolas. Ir un poco más allá de lo logrado por su padre. Primero, el biólogo de la PUC intentó extraer moléculas de alto valor a partir de los desechos de la salmonicultura. Luego, siguió con la misma idea en torno a las vísceras del abalón rojo, especie desde la que logró obtener enzimas de calidad. “El paso siguiente fue buscarle alguna aplicación. Con los últimos recursos que teníamos, viajamos a una feria de toxicología forense en San Francisco (Estados Unidos). Allí nos enteramos de que nuestro producto podía ser utilizado para la detección de drogas y que, adicionalmente, existía un déficit de stock”, comenta el CEO de KURA Biotec, Manuel Rozas.
Poco tardaron en hacer el match entre la demanda y oferta y enviaron diversas muestras desde Chile a laboratorios de América del Norte. Una orden de compra proveniente desde Canadá fue la primera en llegar. “Nos dimos cuenta de que nuestra enzima era la mejor del mercado debido a, por una parte, la materia prima que estábamos utilizando y, por otra, el proceso de purificación que desarrollamos”, comenta Rozas, mientras explica que la palabra Kura viene del Mapudungun y significa “piedra”. La compañía se fundaba en 2013.
Polo de la biotecnología
Pero más allá de la historia de emprendimiento e innovación que ha llevado a Rozas y a KURA Biotec a recibir diversos reconocimientos nacionales e internacionales, participar en más de 8 millones de exámenes en 14 países del primer mundo y tener proyecciones de tasas de crecimiento anuales del 50%, merece especial atención su apuesta. “Nuestro sueño es transformar a Puerto Varas en un polo de biotecnología”, dice el CEO de la compañía.
Y el sueño comenzó a ser realidad el pasado jueves 22 de noviembre, cuando KURA Biotec inauguró sus nuevas instalaciones en la ciudad lacustre. “En total seremos 20 personas. 17 trabajarán acá y otros tres en nuestras oficinas en San Francisco (Estados Unidos)”, comenta el COO de la compañía, Eduardo Wallach.
El tema no es menor. En la nueva infraestructura, provista de avanzadas tecnologías, científicos nacionales e internacionales trabajarán para entregar sus productos a los laboratorios más importantes del mundo. También lo harán para seguir avanzando en el desarrollo de nuevas enzimas. “Ya logramos crear enzimas propias a través de la modificación genética. Este es un proceso patentado que nos ha permitido volver a entregar el mejor producto al mercado”, comenta Rozas.
Se puede destacar que a la ceremonia de inauguración, a la que asistieron autoridades y los colaboradores (con sus parejas), se reconoció la apuesta regionalista de KURA Biotec, además de su interés por considerar la sustentabilidad en toda su cadena productiva. En la oportunidad, se destacó el apoyo recibido por Corfo, «que nos permitió obtener las dos enzimas que estamos comercializando», reconoció Manuel Rozas.