Investigan cómo la “ecología del miedo” puede alterar patrones de distribución del chorito

Ene 25, 2023

La investigación, liderada por científicos del Centro Científico Ceaza, abordó el efecto combinado de estresores asociado al cambio climático y la presencia de depredadores con tipos contrastantes de alimentación-digestión.

A objeto de evaluar, en condiciones de laboratorio, el efecto combinado de dos estresores antropogénicos (lo que procede de los seres humanos que, en particular, tiene efectos sobre la naturaleza) asociados al cambio climático (reducciones del pH y aumento de la temperatura del mar) y la presencia de efectos no consuntivos (consumo) de dos depredadores del chorito (mitílido Perumytilus purpuratus): el loco (gasterópodo Concholepas concholepas) y el sol de mar (equinodermo Heliaster helianthus), se desarrolló el estudio “Combined effects of climate change stressors and predators with contrasting feeding-digestion strategies on a mussel species”, recientemente publicado en la revista Marine Pollution Bulletin.

Bio-ingenieros y estrategias de digestión contrastantes

La investigación fue liderada por el científico de Ceaza, Dr. Patricio Manríquez, quien explica en primer término que se seleccionó a los choritos como objeto de estudio, debido a que es una especie de molusco bivalvo, hemi-sésil (organismos con muy baja movilidad) que vive en la zona intermareal rocosa de las costas de Chile donde forma densas agrupaciones o mantos.

“Por esta razón los choritos son considerados bio-ingenieros que proporcionan hábitat para cientos de otras especies de organismos”, añade el Dr. Manríquez. Asimismo, complementa que entre los organismos que viven al interior de estos mantos destacan pequeños ejemplares de locos. “Además de utilizar los mantos como hábitat, los locos consumen choritos utilizando para ello su pie muscular para abrir los choritos y luego raspar los tejidos que son posteriormente digeridos al interior del estómago (digestión interna). Otro organismo que habita en la zona intermareal rocosa, y que consume tanto choritos y locos, es el sol de mar”.

Respecto al sol de mar, el científico precisa que esta especie, a diferencia de los locos, una vez que se posicionan sobre sus presas (locos o choritos) “evierten parte de su estómago, liberan enzimas digestivas y dan inicio a la digestión de sus presas al exterior de su cuerpo (digestión externa). En consecuencia, se consideró una trilogía de especies con dos depredadores que comparten un mismo tipo de presas (choritos) pero con estrategias de digestión contrastantes; locos (interna) y soles de mar (externa)”.

Ecología del miedo

¿Y por qué resulta importante estudiar el efecto del tipo de estrategia de alimentación-digestión en estas especies en el contexto del cambio climático? El Dr. Manríquez aclara que los organismos, en el ambiente natural, y particularmente en el mar, no solo están expuestos a factores ambientales abióticos tales como los característicos cambios de pH y temperatura, que se asocian al cambio climático. “También están expuestos a variables bióticas, tales como el ataque y consumo por parte de sus depredadores. Sin embargo, alternativamente al consumo, la sola presencia de los depredadores en las inmediaciones de un organismo presa puede tener efectos negativos en el desempeño de estas”.

El investigador prosigue explicando que en el ambiente marino la presencia de depredadores puede ser captada por las presas a través de señales químicas, que una vez que entran en contacto con el agua, son percibidas por las presas.  “La presencia de depredadores o la amenaza de su presencia no solo puede demandar respuestas en las presas, sino que puede tener también impacto en la comunidad. Si bien las especies móviles son capaces de responder a amenazas inmediatas con una respuesta de lucha o huida, las especies inmóviles solo pueden luchar o resistir. Este concepto en términos generales es conocido como la ecología del miedo”, precisa.

“Los choritos han desarrollado diversos rasgos para defenderse de sus depredadores, entre los que destacan el engrosamiento de sus valvas, aumento de su tamaño y anclaje al sustrato a través de la secreción de hilos de bisal”, comenta el investigador, añadiendo también que estas defensas inducidas son plásticas y energéticamente costosas. “En consecuencia, se establece un compromiso entre destinar energía a crecer o alternativamente canalizar energía a defensa”.

Resultados del estudio

Sobre el estudio, el Dr. Manríquez relata que se consideraron los siguientes rasgos: producción de hilos de bisal, agrupamiento y crecimiento. Además, como una manera de estimar la disponibilidad de energía en los choritos en las condiciones experimentales, se evaluó el consumo de oxígeno y las tasas de filtración. “En el ambiente marino las señales de la presencia de depredadores son transmitidas desde sus fuentes (depredadores) a las especies presas a través de la columna de agua. En consecuencia, nuestra hipótesis de trabajo consideró que los efectos de un depredador con digestión externa (soles de mar) y que característicamente liberan enzimas digestivas al entorno cercano de las presas a consumir, debería ser mayor a los efectos de la digestión interna de los locos”.

Sobre los resultados del estudio, se obtuvo que el crecimiento en tamaño y peso de los choritos fue reducido por la presencia de los soles de mar en presencia o ausencia de locos. “Similarmente, la presencia de ambos depredadores (soles de mar y locos) aumentó el consumo de oxígeno en comparación a la condición control en ausencia de depredadores. La respuesta de estos rangos (crecimiento y consumo de oxígeno) no fue modulada por cambios de temperatura o pH”, menciona el científico.

“El principal resultado de este estudio fue generar evidencia empírica sobre la importancia en considerar, tanto la presencia de señales de los potenciales depredadores como el tipo de digestión que estos presentan, al momento de investigar los efectos de estresores asociados al cambio climático (pH y temperatura) en el desempeño de organismos marinos”, puntualiza finalmente el Dr. Manríquez.

Cabe destacar que la investigación fue financiada por el proyecto Findecyt 1181609, y contó además con la participación de Claudio González (Ceaza – Lecot), María Elisa Jara (Ceaza – Lecot), la Dra. Sue-Ann Watson (Museum of Tropical Queensland y James Cook University, Australia), el Dr. Rodrigo Torres (CIEP, Chile), el Dr Paolo Domenici (CNR – IBF, Italia), y el Dr. Cristian Duarte (UNAB-Cimarq, Chile).

Fotografía: Ceaza.

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