Investigan producir biocombustible con algas antárticas

Ene 7, 2015

La base científica ecuatoriana Pedro Vicente Maldonado, ubicada en punta Fort Williams, de la isla Greenwich, en la Antártica, podría utilizar biodiésel generado a partir de algas de la zona, en una investigación de la que participa la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Central del Ecuador (UCE), ubicada en Quito.

(Anepi) La Universidad Central de Ecuador, a través de la Facultad de Ciencias Químicas de la ciudad de Quito, se encuentra realizando una original investigación. Se trata de la experimentación con algas de la Antártica, con las que se pretende generar biodiésel, como fuente alternativa de energía renovable para sustituir el uso de combustibles fósiles. Este biocombustible podría ser utilizado en la base científica ecuatoriana Pedro Vicente Maldonado, ubicada en punta Fort Williams, de la isla Greenwich, en la Antártica, disminuyendo el impacto medioambiental en el continente blanco.

Ronny Flores, doctor en ciencias y docente líder de esta investigación, ha visitado en dos oportunidades la Antártidc, gracias a los esfuerzos del Instituto Antártico Ecuatoriano (INAE). Sus estudios se han concentrado en la contaminación atmosférica de este continente. Según su análisis, la contaminación de este territorio, que podría ser extraña debido a su lejanía con las zonas pobladas del mundo, se debe a la cantidad de bases científicas de varios países que se han asentado allí, así como a la explotación turística que ha sufrido. Además, por las corrientes de aire, los otros continentes también están exportando polución hacia estas lejanas tierras.

Es por ello que Flores se encuentra analizando la posibilidad de generar, con las algas que crecen en ese lugar, un combustible que aplaque en alguna medida la contaminación generada. Según el científico, las algas producen mayor cantidad de aceite vegetal, con el que se elabora biodiésel, que la soya o el maíz. Además, al encontrarse adaptadas a las condiciones climáticas de la Antártica, estas no tendrán problemas para reproducirse en ese mismo territorio. Por último, explicó que esta planta, «cuando está en situación de estrés en bajas temperaturas y bajo alimento, produce más aceite que nos beneficia para producir más biodiésel».

Una vez recolectadas las muestras de algas en la Antártica, el proceso de investigación en el laboratorio de la Universidad Central inició con el reconocimiento de las especies que se obtuvieron. En una segunda fase, la de adaptación, se probaron diferentes medios de cultivo para lograr la sobrevivencia de los especímenes en condiciones distintas a las de su hábitat natural.

La tercera fase en esta investigación es la de la extracción del aceite vegetal. Es en este punto donde intervienen estudiantes que se encuentran realizando sus tesis de grado en esta facultad. Ellos, según el doctor Flores, «están probando diferentes métodos de extracción para ver cuál es el que da mayor cantidad de aceite para la síntesis. También están trabajando en la caracterización de los rasgos físico-químicos que tiene este aceite».

La importancia de involucrar a los estudiantes

Según Denisse Molina, ingeniera en biotecnología y encargada del procesamiento de las muestras, es muy importante el trabajo que se está realizando con los estudiantes. La investigadora expone que es fundamental, a nivel de universidad, enseñarles a los jóvenes «qué es investigar y en qué áreas, para que ellos no se queden solo con lo que se enseña en las aulas». Además aseguró que, al tratarse de un experimento sobre la Antártica, es un campo diferente ya que «no cualquiera tiene acceso a poder trabajar con un organismo de ese lugar o poder viajar hacia allá».

En esta investigación se está trabajando con cinco tesis diferentes, dos que ya han terminado la parte experimental y tres más en ejecución. Molina adujo que, «a medida que sigue pasando el proyecto, siguen saliendo puntos que no se contemplaron en un inicio y con esos seguimos invitando a más estudiantes a formar parte del proyecto».

La ingeniera afirmó que la investigación «está basada en estudios de microbiología tradicional, aunque se utilizan ciertas variaciones porque las algas son organismos fotosintéticos que necesitan luz y CO2». Sin embargo, existen procesos de la experimentación que no se encuentran en la literatura o en Internet, por lo que se estaría incursionando en campos que no han sido publicados. Por ello están interesados en registrar su producción de conocimiento.

Molina expresó la motivación que ha producido esta investigación y la satisfacción que ha provocado en el equipo. «A veces hay limitaciones al hacer la investigación pero con ese tipo de resultados nos damos cuenta que ninguna limitante es suficiente para obtener resultados que valgan la pena». Además expresó que no es solo una satisfacción personal como investigadores, sino también como universidad y como país, «porque el proyecto, por más que pertenezca a esta facultad, siempre va a tener un beneficio para todos los ecuatorianos».

De llegar a obtener el biodiésel en cantidades considerables, los beneficios serían incalculables para controlar la contaminación atmosférica en la Antártica. Una vez estabilizado todo el proceso, el último paso será armar los reactores de algas en la base científica Pedro Vicente Maldonado. Ronny Flores reveló que para poder realizarlo, las algas necesitarán nutrientes que podrían obtenerse de las aguas residuales de la base, es decir que al mismo tiempo se podría lograr un tratamiento de las aguas servidas de la estación científica.

Ecuador en la Antártica

En la Asamblea Nacional Constituyente del año 1967, Ecuador hizo por primera vez una declaración oficial relacionada con el interés en el suelo antártico y sus derechos territoriales, hecho que fue asentado en el registro oficial el 6 de marzo de ese año. La propuesta determinaba que debido a la prolongación meridional del territorio, incluyendo a las Islas Galápagos, al país le correspondían 323.000 kilómetros cuadrados en la «Tierra Incógnita».

Sin embargo, esta reclamación territorial no fue válida debido a que, en plena Guerra Fría, varios países del mundo determinaron que ningún país en la Tierra podía adjudicarse un pedazo de la Antártica, para evitar nuevas disputas bélicas. Así se creó el Tratado Antártico, al mismo que ingresó el Ecuador en el año 1990, tres años después de que el entonces Congreso Nacional solicitara la adhesión del país.

En 1991 inició la construcción de la estación científica de verano Pedro Vicente Maldonado en la isla Greenwich. En ella solamente se puede albergar a expedicionarios en el verano antártico, de diciembre a marzo, debido a que las condiciones climáticas son muy hostiles el resto del año y la base no está preparada para ser permanente.

El INAE fue creado en el año 2004, siendo una dependencia adscrita al Ministerio de Defensa y teniendo por objetivo incentivar y difundir las investigaciones científicas que se realizan en el continente antártico. Los estudios en este punto del planeta son de gran importancia ya que allí se resguarda el 80% del agua dulce del planeta, además de una reserva de petróleo, níquel y cobre que debe permanecer bajo tierra.

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