La dura faena de cinco meses para pescar la cotizada centolla

Jul 4, 2016

Hay varios compradores que llegan a la zona de pesca, a veces hasta con muchos millones de pesos, pero, al final, todos llegan a un mismo gran comprador, dueño de los mercados, quien tiene rasgos orientales, "con lentes con marco de oro", lo describen otros pescadores, aunque hay pequeños compradores que se manejan por su cuenta en Chile y en el extranjero, pero son los menos, se afirma.

(Diario El Pingüino) Los canales que forman parte de la zona sur oeste de Magallanes guardan bajo sus aguas miles de ejemplares de centolla que, una vez capturados, se irán a mercados extranjeros o a los mejores restaurantes de la zona y del resto del país.

Pero, capturar y extraer ese crustáceo no es una tarea fácil para nadie: hay que desafiar los vientos, las más que frías aguas de los mares del fin del mundo, nevadas, escarcha y la nostalgia por el hogar y las familias que se hace más fuerte cuando llega la noche y la acrecienta la distancia.

Sin embargo, para centenares de hombres de mar «se hace camino al navegar» y esas circunstancias, en lugar de amilanarlos, los motiva para ir en pos de un buen resultado económico, una debida compensación a tanto esfuerzo.

«Nuestro padre fue pescador y nos enseñó muchas coas que nos sirvieron harto después que falleciera joven, 45 años, aquejado de un cáncer fulminante», recordaron Mario y Ricardo Árgel Cárdenas, a la sombra de la herencia de su padre: la lancha «Bruselas».

Gastos

Así, en un costado de la caleta de pescadores ubicada en Barranco Amarillo, desafiando ya el frío y el viento, dieron sus últimos retoques a la lancha que los llevará a la zona de pesca y captura de la centolla magallánica. «Tiene doce metros de eslora. Y vamos los dos más otro compañero de faena. Preparar el zarpe no es barato: combustible, $800.000 pesos; víveres, otros $300.000. Los adelantos para las familias, porque cinco meses son harto tiempo. Y en la zona de pesca, trabajamos desde que se puede, por la mañana y hasta la noche. Nos turnamos, por ejemplo, para cocinar, aunque Ricardo es el panadero oficial y no falla el amasado», detalla Mario Árgel Cárdenas, el mayor de los hermanos que, además son socios en lo que logren con un duro trabajo a bordo de la «Bruselas», la herencia que les dejó su padre.

Disponen de unas 700 trampas centolleras, cada una de las cuales tiene un precio que bordea los $40.000 pesos y cada línea, es decir, el cable al cual se amarran esas trampas, de unos 300 metros de largo, supera los $70.000, más los boyarines de rigor. Y se colocan hoy, hay que revisarlas mañana y empozarlas hasta que llega la lancha de acarreo, la cual paga, a veces, en efectivo, en el mismo lugar o lo depositan en una cuenta bancaria en Punta Arenas.

Lo que se ha capturado debe ser tratado con mucho cuidado, porque a veces, las centollas se hieren entre sí, sufren rasguños que sangran y algunas mueren “» todo aquello que se lanza al mar y flota, es pérdida porque no se paga».

Y ¿quién paga? Hay varios compradores que llegan a la zona de pesca, a veces hasta con muchos millones de pesos, pero, al final, todos llegan a un mismo gran comprador, dueño de los mercados, quien tiene rasgos orientales, «con lentes con marco de oro», lo describen otros pescadores, aunque hay pequeños compradores que se manejan por su cuenta en Chile y en el extranjero, pero son los menos, se afirma.

Capturar centolla es la tarea que, a partir de este fin de semana recién pasado, el primero del mes de julio, lleva a los parajes australes a un par de miles de «hombres de mar», venidos en su mayor parte desde Chiloé. «Es como cuando vienen a la esquila. Los atraen los ingresos que logran. Un compañero trabajó poco más de dos meses en una marea anterior y ganó como $5 millones de pesos, pero no es fácil. Es sacrificado», comenta uno de los pescadores.

Sustentabilidad

Y la «Bruselas» luce recién pintada, recién calafateada. Sus equipos de radio, el posicionador satelital, el radar y otros elementos, de origen noruego, están impecables. Los motores, igual y así, como otras 400 embarcaciones, lista para zarpar, con toda la exigente documentación al día.

Es que la centolla, hasta hace unos años, a mediados de los ochenta, parecía que se extinguía debido a la sobreexplotación. Pero se puso una reversa que la protegió y se estableció la veda y normas claras: de diciembre a junio, hay veda, para proteger la reproducción; las hembras no pueden (ni deben) ser capturadas y los ejemplares machos que se capturen deben tener un tamaño superior a los doce centímetros y no se pueden procesar en plantas clandestinas o no acreditadas ante las autoridades del Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca) o de la Gobernación Marítima.

Es que está en juego una gran fortuna, si se considera que el año pasado el kilo de la blanca y exquisita carne se pagaba casi en $5.000 pesos y las cifras oficiales registraron poco más de 4.500 toneladas del producto; por lo cual es cosa de multiplicar.

Pero es una riqueza que hay que cuidar, proteger, respetar y conservarla sin caer en la sobre explotación. Y Mario y Ricardo Árgel Cárdenas saben que, como su padre les enseñara antes de su singladura final, de esta manera, estarán asegurando el futuro de sus familias, de sus hijos y de los miles de personas que, de una u otra manera, comparten la pesca, la captura, el procesamiento y la venta de la centolla magallánica, tanto al extranjero como a los mejores restaurantes de todo Chile.

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