El caso más antiguo de marea roja en Chile habría ocurrido en 1584

May 23, 2016

La muerte de los colonos de la ciudad Rey Don Felipe, en el estrecho de Magallanes, más conocida como Puerto de Hambre, no se habría debido a la falta de alimentos, sino que al consumo de mariscos contaminados. Después hubo episodios históricos similares.

(El Mercurio) Si bien el primer caso documentado de floraciones algales nocivas (FAN) en Chile data de 1972 y corresponde al brote de la microalga Alexandrium catenella en Magallanes, los especialistas aseguran que la convivencia con el fenómeno tendría larga data.

Es así como una de las teorías sobre la muerte de los habitantes de la ciudad Rey Don Felipe, mejor conocida como el mítico Puerto de Hambre, a fines del siglo XVI en Magallanes, apunta a la marea roja.

Así lo postula Ricardo Espinoza, director médico de la Clínica de la Universidad de Los Andes, en un trabajo científico publicado en la revista Médica de Chile. «Es perfectamente posible que en Magallanes hubiera estas floraciones en etapas previas, como la época del asentamiento de los colonos españoles», asegura el cirujano.

Rey Don Felipe fue una de las dos ciudades fundadas por el conquistador español Pedro Sarmiento de Gamboa en 1584 para defender el estrecho de Magallanes de los invasores ingleses. La otra ciudad fue Nombre de Jesús, ubicada en la boca del estrecho, en territorio argentino.

Desafortunadamente, los 337 habitantes de ambas localidades murieron supuestamente de hambre, salvo uno, que fue rescatado en 1587 por el corsario inglés Thomas Cavendish.

«Según esos testimonios, los cuerpos quedaban abandonados sin enterrar, y eso es muy raro», explica Espinoza.

En esa época de alta religiosidad la gente normalmente era sepultada. «A lo mejor sospecharon que tenían peste, porque existía conocimiento de los contagios».

El detalle, dice, es que probablemente la gente en realidad había muerto por la neurotoxina paralizante de los mariscos contaminados. «Esta gente desesperada por comida, seguramente comía lo que encontraba».

Una teoría difícil de corroborar, admite, ya que es poco probable que luego de tantos años quede alguna huella de la toxina en los restos.

Relatos de navegantes

Sin duda se trata de una hipótesis interesante, opina la arqueóloga María Ximena Senatore, investigadora del Instituto Nacional de Antropología de Argentina, quien ha estudiado los restos de las víctimas. Reconoce que es una línea de investigación que no se ha abordado hasta ahora.

«Se sabe poco o nada, pero cada vez hay más gente interesada en el tema», dice el arqueólogo de la Universidad de Magallanes Alfredo Prieto, quien ha recopilado registros de la «prehistoria de la marea roja» para determinar qué tanto ha afectado el fenómeno a la geografía humana local.

Según explica, al menos dos relatos de navegantes del siglo XIX, podrían asociarse con mareas rojas pretéritas.

Es el caso de Donald R. O’Sullivan, que en su testimonio del naufragio que sufrió en las tierras australes, publicado en Inglaterra en 1893, revela que su tripulación experimentó directamente una intoxicación con mariscos.

«Los mariscos que cubrían las rocas en gran profusión fueron inservibles para propósitos de alimentación. Todos los miembros de nuestra tripulación que los compartieron, repentinamente enfermaron con síntomas de envenenamiento irritante y rápidamente desarrollaron unas erupciones color carmesí de la cabeza a los pies, acompañadas por una terrible sed y una enloquecedora comezón».

O’Sullivan no aclara si alguien murió, pero entrega un antecedente aún más llamativo. «Estos mismos mariscos constituyen, extrañamente, la dieta básica de los nativos, quienes los consumen en enormes cantidades y, aparentemente, sin sufrir efecto alguno».

Para Prieto, quizás los pueblos de los canales tomaron alguna prevención que no conocemos contra estas floraciones o, pensando en forma más pesimista, también pudo ser responsable de la extinción de estos grupos humanos.

Otro caso recopilado por el arqueólogo es aún más inquietante. Se trata de un navegante que, hacia fines del siglo XIX, encontró una familia completa que yacía junto a su choza, incluso los perros. Habrían muerto, dice el relato, por consumir mariscos.

Diversidad

De acuerdo con un estudio realizado por el biólogo Luis Rodríguez en 1985, el primer caso atribuido a marea roja tuvo lugar en 1827, y hasta el año de la publicación al menos se habían producido 50 floraciones de diferentes tipos de microalgas en localidades como Arica, Iquique, Antofagasta, Valparaíso, Concepción y Punta Arenas. En su mayoría se trataron de brotes no tóxicos.

Presione aquí para leer esta nota desde su fuente original en la sección Ciencia y Tecnología de El Mercurio.

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