Piure de Antofagasta disminuye rápidamente por sobreexplotación

May 9, 2017

Se agrupa en estructuras que sirven de hábitat para especies como el loco, el pulpo, la jaiba y la lapa, por lo que preocupa su posible desaparición.

(El Mercurio) La bahía de Antofagasta (región de Antofagasta) posee un singular patrimonio. Se trata del piure que crece en sus orillas (Pyura praeputialis) y que es único en todo Chile. No es nativo como el piure chileno (Pyura chilensis) -de aguas más profundas-, ya que llegó hace unos cien años desde Australia, según revelan los estudios genéticos, pero su colonización ha sido tan exitosa y benéfica que hoy es un hijo adoptivo local.

Este invertebrado posee una cubierta dura, llamada túnica, similar a la roca, de la que solo sobresalen dos tubos, uno para comer y otro para botar desechos.

Su mayor importancia es que, como los corales, se agrupa en estructuras que sirven de hábitat para muchas otras especies, como el pulpo y el loco. «Si uno teóricamente pudiera levantarlos se encontraría con que está lleno de locos y de pulpos, porque es ahí donde viven», explica el biólogo del Centro de Estudios Avanzados de Zonas Áridas (Ceaza), Patricio Manríquez, quien lleva 20 años contando y trabajando con este marisco.

De piure dependen, en forma directa o indirecta, alrededor de 120 especies, complementa el también biólogo Aldo Pacheco, de la Universidad de Antofagasta (UA). «Algunas son submarinas, como la lapa, gusano de mar y jaiba, pero otras viven sobre él, como las gaviotas, pilpilenes y zarapitos». Estos últimos consumen los pequeños invertebrados que viven asociados al piure local.

También forma parte de la memoria histórica. «Hay gente que me dice: ‘yo toda la vida he ido a la playa y he mariscado y jugado entre los piures'», dice Pacheco. «El piure es como un pequeño globo y cuando se le aplasta bota un chorro de agua, ese es un recuerdo de la niñez de mucha gente. Perderlo sería perder parte de nuestra identidad», reconoce.

Por eso preocupa su excesiva extracción, la que está llevando en forma acelerada a que haya desaparecido en varios sectores de la bahía y en otros ha mermado notoriamente.

«La gente va con cuchillo y hasta con serrucho a sacarlo en el verano», detalla Manríquez. La demanda es grande, ya que se consume localmente, pero también se exporta. «Si se suma todo eso, cortan cientos y hasta miles en una temporada», calcula.

«La pérdida es grande porque las larvas se pegan sobre los piures adultos, a los que reconocen, y así van creciendo uno al lado de otro». Si la roca está desnuda porque el adulto no está, simplemente no se adhieren y la larva solo sobrevive dos horas.

Presione aquí para leer la nota desde su fuente original en Vida, Ciencia y Tecnología de El Mercurio.

Lo último
Te recomendamos

REVISTA DIGITAL

[latest_journal_single_iframe]