Chileno desarrolla piel sobre la base de microalgas para curar heridas crónicas

Jul 27, 2017

Luego de terminar su doctorado en Alemania, Tomás Egaña se embarcó en un proyecto que podría abrir las puertas a un avance clave no solo en las lesiones que no cicatrizan, sino también en otras enfermedades relacionadas con la falta de oxígeno.

(DF) Tras siete años de investigación para encontrar soluciones al problema de las heridas que no cicatrizan, una tecnología que el chileno Tomás Egaña comenzó a desarrollar en Alemania luego de terminar su doctorado en ese país, ya ha dado algunos frutos que están próximos a ser probados en seres humanos en Chile. Se trata de una investigación que podría revolucionar la medicina regenerativa y el tratamiento de estas úlceras, responsables de más del 80% de las amputaciones en pacientes diabéticos y que solo a la Unión Europea (UE) le cuestan el 2% de su presupuesto anual de salud.

Mientras creaba el Laboratorio de Ingeniería de Tejidos en la Universidad Técnica de Munich, Egaña se embarcó en un estudio que apuntó a buscar la manera de oxigenar los tejidos a través de los vasos sanguíneos para mejorar su respuesta frente a las lesiones y agilizar su reparación, ya que el ser humano es incapaz de producir oxígeno.

El ingeniero en Biotecnología Molecular comenzó a investigar de qué forma las células humanas podrían liberar esta molécula. Y la respuesta vino de la mano de las plantas. Específicamente, de la microalga Chlamydomona reinhardtii y de la posibilidad de incorporar células vegetales a los tejidos humanos para lograr que se autoabastezcan de oxígeno por medio de la fotosíntesis.

Una solución que nunca se había probado y que, según Egaña, resulta bastante obvia: «Un tejido necesita oxígeno para vivir y ese oxígeno lo producen las plantas. Entonces, lo que hicimos fue poner células de plantas en los tejidos a los que les falta oxígeno», dice el investigador, que ya cuenta con una patente para el uso general de biomateriales fotosintéticos y varias otras en proceso de ser adjudicadas.

El tejido verdoso que resulta de las microalgas fue denominado «Piel de HULK» –por las siglas en alemán de «Hiperoxia bajo condiciones de luz»– y ya fue probado en ratones, cerdos y peces, sin causar rechazo y aumentando la regeneración de los tejidos. Sin embargo, Egaña aclara que estos modelos eran jóvenes y sanos y que las pruebas se desarrollaron en heridas perfectamente estériles y vascularizadas, situación que no ocurre en los pacientes, muchos de los cuales son ancianos, diabéticos y fumadores.

Por eso ahora la tecnología se prepara para realizar los primeros estudios de seguridad en seres humanos, y están trabajando con los equipos clínicos del Hospital Salvador y del Centro Avanzado de Tratamiento de Heridas (CATH) para definir en qué pacientes va a ser utilizada en esta primera etapa, además de otros protocolos de aplicación y evaluación. Las pruebas deberían comenzar a fin de año y abarcar a unos 20 pacientes. Si todo va bien, en dos años podrían comenzar los estudios de eficacia.

La idea del científico es lograr recuperar a individuos con alto daño e incluso candidatos a amputación. Pero en primera instancia, las pruebas probablemente apunten a un menor grado de complejidad, para establecer mediciones apropiadas para evaluar la tecnología.

Seres humanos fotosintéticos

Paralelamente a su trabajo en Munich, Egaña conoció en el MIT a dos chilenos, Anil Sadarangani y Andrés Volker, con quienes creó la empresa SimbiOx Inc. en California. A través de ella levantaron fondos, principalmente de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), e instalaron un laboratorio en el Campus San Joaquín de la Universidad Católica (UC), donde Egaña es profesor del Instituto de Ingeniería Biológica y Médica. Desde ahí, hoy se realiza todo lo relacionado con la Investigación y Desarrollo (I+D) de HULK.

Actualmente, el equipo interdisciplinario liderado por Egaña, en el que participan ingenieros, botánicos, biólogos moleculares, médicos, enfermeras y bioquímicos, está buscando nuevas aplicaciones con foco en los trasplantes de órganos y en el tratamiento del cáncer. Otros usos posibles son incorporar microalgas en biomateriales, como suturas quirúrgicas o vendajes, para que estos aporten oxígeno y favorezcan la regeneración de los tejidos.

O también lo que Egaña llama «glóbulos verdes o clorocitos», que circulen por la sangre produciendo oxígeno.

«Lo que estamos proponiendo es que la sangre no solo transporte oxígeno, sino que haga fotosíntesis y produzca oxígeno cuando la iluminemos», explica.

Como el proyecto actual busca que las microalgas vivan en el cuerpo humano –las que se han usado hasta ahora viven unos diez días y luego mueren–, Egaña planea buscar microorganismos fotosintéticos de ambientes extremos de Chile, que tengan mecanismos especiales para sobrevivir en condiciones adversas.

«El concepto es tener otro organismo dentro del cuerpo que cumpla con las funciones que nosotros no tenemos, generando una especie de simbiosis», recalca.

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