En el extremo sur de Sudamérica se encuentra el área protegida boscosa más austral del mundo. Nos referimos a la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos, en la región de Magallanes y de la Antártica Chilena, cuya biodiversidad ha evolucionado aislada del continente durante millones de años. En estos parajes de rigurosas condiciones, la falta de anfibios, reptiles y mamíferos depredadores han erigido a las aves como los vertebrados terrestres dominantes del territorio, representadas en el bosque por 28 especies residentes y migratorias.
Aunque dichas aves se distribuyen en otros lugares de Chile, las poblaciones del extremo sur presentan comportamientos únicos, adaptados a las singularidades de los ecosistemas subantárticos. Así ocurre con sus estrategias de reproducción, las cuales son poco conocidas, en especial para aquellos que nidifican en copas abiertas y no en cavidades.
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Por ello, un equipo de científicos elaboró el primer estudio sobre las estrategias reproductivas de cinco especies de aves que habitan en Navarino, una de las principales islas de la Reserva de la Biósfera. Hablamos del cometocino patagónico (Phrygilus patagonicus), cachudito (Anairetes parulus), zorzal patagónico (Turdus falcklandii), fío fío(Elaenia albiceps) y chincol (Zonotrichia capensis).
“Comparamos las estrategias reproductivas de las aves de Navarino con las poblaciones de más al norte (latitudes bajas), en especial con el zorzal que contaba con más datos. Vimos que en la isla ponen más huevos por nidada, algo que sucede con otros animales cuando te alejas del Ecuador. Además, construyen los nidos mucho más cerca del suelo que sus pares de latitudes bajas, por lo que es relevante evaluar los impactos que podrían tener las especies exóticas como el visón, un depredador nuevo en la zona, así como también el cambio climático en las fechas de reproducción de todas las especies en la isla. Se necesitan estudios de largo plazo, pero nuestro trabajo es un buen punto de partida”, subraya Rocío Jara, científica del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y del Programa de Conservación Biocultural Subantártica de la Universidad de Magallanes (UMAG).
La investigación, liderada por Jara, fue publicada en la Revista Chilena de Historia Natural, y se desarrolló entre los años 2014 y 2017, donde se monitorearon 103 nidos de las cinco especies. Con la ayuda de cámaras de imagen térmica y la observación en terreno, se encontraron nidos para analizar distintas características de los mismos, como sus dimensiones, altura desde el suelo y los sustratos usados, así como la cantidad de huevos puestos, entre otros elementos.
De esa manera, se constató que en Navarino las aves estudiadas elaboran nidos de copa (con forma de taza), ya sea en ramas de árboles, arbustos o en el suelo entre la vegetación, mientras que, más al norte del país, no es raro que algunas de estas especies aniden en cavidades o huecos, posiblemente para protegerse de la mayor cantidad de depredadores.
Además, se observó el uso de 15 sitios o sustratos para la anidación. Por ejemplo, el cachudito y chincol fueron los más especializados, mostrando una marcada preferencia por el calafate y el pasto, respectivamente. En contraste, el zorzal y fío fío fueron más generalistas, empleando entre seis y ocho elementos diferentes, sin seleccionar uno en particular. Este estudio también entregó el primer reporte sobre los periodos de incubación y anidación del cometocino patagónico.
Debido a la poca información disponible, el zorzal patagónico se convirtió en un buen modelo para comparar a las poblaciones que habitan en la isla de Magallanes con aquellas de la región de La Araucanía.
“Notamos que los zorzales de isla Navarino construyen los nidos muy cerca del suelo. Esto tiene sentido pensando en que los depredadores comunes son aves rapaces, pero en La Araucanía los zorzales construyen los nidos a 4 m de altura en promedio, ya que abundan carnívoros terrestres como zorros o felinos silvestres. Los nidos de Navarino siguen una gran estrategia para esconderse de los tiuques, pero puede que ahora sea una amenaza frente a los visones”, advierte Ramiro Crego, investigador del Instituto de Biología de la Conservación del Smithsonian (Estados Unidos) y miembro del IEB durante el estudio.
En cuanto a las temperaturas, esto tiene que ver, entre otras cosas, con la disponibilidad de alimento. Muchas aves consumen insectos y ajustan sus periodos reproductivos para que coincidan con los momentos de gran abundancia de estos invertebrados. De esa manera, podrán alimentar con mayor seguridad a sus polluelos.
“Los cambios en las temperaturas del ambiente pueden afectar los ciclos reproductivos de los insectos, y con esto existe el riesgo de que se produzcan desfases entre los periodos de mucha abundancia de insectos y la temporada reproductiva de las aves, con la amenaza de que los pichones nazcan cuando hay poca comida. Esto puede afectar el éxito de los padres para criar polluelos saludables y mantener las poblaciones”, explica Crego.
Jara agrega que «está demostrado, especialmente en Europa, que el cambio climático afecta a estas especies, sobre todo a las migratorias. Si el año es más caluroso, las plantas empiezan a madurar antes y los insectos salen antes, entonces, cuando llegan las aves migratorias ya pasó el boom de comida».
Un techo para el nido
Durante las temporadas reproductivas, los investigadores siguieron a los ejemplares adultos, tomando una serie de precauciones, ya sea para no alterar su comportamiento o para evitar ser vistos por aves rapaces que pudieran depredar los nidos después.
Fue así como hallaron anécdotas sorprendentes, como el fío fío que instaló una clase de techo en su nido.
«Nos pareció súper interesante, porque eran estrategias que no se habían comentado antes. Ese fío fío eligió un árbol que estaba muerto, no tenía hojas ni ramas, pero acarreó unas cuantas ramitas y le armó un techo al nido. Al año siguiente volví al mismo lugar e instalé una cámara para monitorear este mismo nido que ahora era viejo. Observamos que llegó un fío fío, no sabemos si el mismo de la vez pasada, y se llevó todos los materiales del nido, posiblemente para construirlo en otro lado», relata la investigadora del IEB.
Precisamente, este pequeño animal es una especie migratoria que, cuando comienza la primavera, emprende su largo viaje desde Brasil hacia el sur. Además, es filopátrica, es decir, vuelve a reproducirse en el mismo lugar donde nació.
“Si nos ponemos en un escenario donde el año es más caluroso, como los fío fío que se reproducen en Navarino realizan un viaje tan largo, tendrían mucho menos tiempo de adelantar su reproducción de acuerdo a su conveniencia. O sea, estarían con las ‘alas atadas’ y no podrían comenzar antes, a diferencia de sus pares de más al norte que tendrían mayor flexibilidad”, hipotetiza Jara.
Crego sostiene que «es muy interesante y asombroso ver cómo las especies adaptan su comportamiento a su ambiente. Lamentablemente, les estamos cambiando las condiciones de ese entorno demasiado rápido, y muchas veces ese poco tiempo no alcanza para que las distintas especies logren adaptarse para no desaparecer».
«Si bien el foco de nuestro estudio fue entregar información básica sobre la reproducción de estas aves, es fundamental continuar a través de la investigación de largo plazo. Así podremos ver qué está pasando realmente con la nidificación de las aves en este lugar, y nos permitirá conocer, entender y planificar cualquier acción para el futuro», sentencia Jara.
*Foto destacada: cachudito pichón (créditos: Rocío Jara).