Revista Qué Pasa destacó la diversificación acuícola en Chile

Ago 4, 2014

Mundialmente, se espera que en pocos años la acuicultura iguale los niveles de la pesca extractiva. Mientras que en Chile, la diversificación comienza a entregar importantes luces.

(Revista Qué Pasa) Cuando este 1 de abril se dio la alerta de tsunami en el norte de Chile, para la empresa Ecosea fue una oportunidad de demostrar su trabajo. Ese día, frente a la costa de Caldera (Región de Atacama), la jaula que tienen con ejemplares de dorado (Seriola lalandi) -un apetecido pez también conocido como palometa o yellowtail- se hundió quince metros bajo el agua, para evitar las posibles olas. El sistema, que se puede activar desde un celular o computador, funcionó sin ningún problema. “Nuestra tecnología está hecha con mallas de aleación de cobre”, explicó Rodrigo Sánchez, gerente general de la empresa. Este material mejora el proceso de mantención, pero, además, las jaulas de Ecosea tienen otros beneficios. “Se pueden sumergir y así hacer cultivos costa afuera”, añade Sánchez.

Lo de tener jaulas con peces en costas abiertas es algo que en Chile casi no sucede, pero podría cambiar. “Hoy toda la acuicultura está atochada en las regiones de Los Lagos, de Aysén y la de Magallanes, pero se están desaprovechando 5.000 kilómetros de costa”, subrayó Sánchez. Estos miles de kilómetros tienen el problema de que no están tan protegidos, pero la necesidad podría obligar a aprovecharlos.

“La acuicultura está siendo la actividad productiva alimentaria con más crecimiento a escala global. Comparada con la ganadería bovina, la agricultura o la producción de cereales, tiene un ritmo que supera a cualquier otro sector”, enfatizó Alejandro Flores, especialista en el rubro de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). Solo en peces comestibles, en 2012 se llegaron a producir 66,6 millones de toneladas a nivel mundial, equivalentes a más de US$137.000 millones. A pesar de que este crecimiento no es nuevo, ya que la acuicultura ha ido superándose año a año en toneladas obtenidas y en ventas desde hace décadas, para los próximos años se espera un gran hito: de acuerdo con la FAO, el consumo per cápita de peces de cultivo subiría en un 4,4% en 2014 respecto con el año anterior, llegando a 10,3 kilos anuales. Esto implicaría que, por primera vez, la presencia de estos en hogares y restaurantes superaría a los peces salvajes, cuyo consumo bajaría en un 1,5%. “Y América Latina tiene el potencial de expansión más importante en el mundo, por su superficie”, explicó Flores.

“Para entender este fenómeno, hay que llevar esta discusión al terreno de los alimentos: la acuicultura se tiene que hacer cargo de la carencia de proteínas que va a haber en el mundo en las próximas décadas”, adujo Andrés Barros, gerente de Alimentos y Biotecnología de Fundación Chile. “Tenemos un escenario bastante amenazante como humanidad”, advirtió. De acuerdo con la FAO, la producción de alimentos deberá aumentar entre un 50% y un 60% de aquí a 2050 para satisfacer las necesidades que tendrá el mundo; sin embargo, la superficie agrícola ha ido cayendo año tras año. “Y, mientras cae, la producción pasa a ser más cara. La carne tiene un costo cada vez mayor y la proteína vegetal, por ejemplo, debe competir con los biocombustibles”, puntualizó Barros. “Ahí el mundo acuícola se presenta como una gran oportunidad, porque sí existen las tecnologías para su desarrollo y, al mismo tiempo, la pesca extractiva está cada vez más agotada”.

Mientras tanto, empresas como Ecosea están a la espera de que estas tendencias también impliquen un cambio en la industria. “Nosotros nos hemos ido adelantando a los tiempos, porque sabemos que el cultivo de los peces se va a tener que dar de manera mucho más intensiva, no solo en Chile, sino en el mundo”, pronosticó Rodrigo Sánchez. “Y vamos a tener que estar en zonas expuestas. Se va a tener que cultivar cinco o seis millas hacia afuera”, agregó el ejecutivo.

La experimentación chilena

Haber cambiado el verde del sur por el desierto del norte no fue lo único que Daniel Elton transó cuando con su familia y sus socios decidieron instalarse en la Región de Atacama. También cambió la especie con la que trabajaba: después de casi treinta años en los salmónidos, su hijo Daniel, quien es ingeniero en pesca, le aconsejó trabajar con el dorado. Cuatro años tuvieron que pasar desde que vendieron su empresa Salmones Andes a Ramón Eblen para que finalmente en 2006, junto con la familia Lacámara, formaran Acuinor en Caldera. Como Elton era experto en los salmónidos, peces de agua dulce traídos desde Alaska, tuvo que comenzar estudios profundos en el dorado, una especie nativa de Chile.

La Universidad de Antofagasta y la Fundación Chile en Tongoy (Región de Coquimbo) ya habían realizado cultivos de este pez, pero solo a nivel experimental. Acuinor fue la primera empresa privada en meterse en este rubro. “No nos dio susto porque también fuimos pioneros en el salmón. Somos empresarios y los empresarios toman riesgos”, explicó Elton. Actualmente, se encuentran en la etapa de reproducción, en la que se producen juveniles de un gramo y se exportan a Alemania. Además, están construyendo estanques en tierra, donde pretenden engordar a los juveniles hasta que lleguen a pesar 4 kilos y medio, el cual es el tamaño comercial.

Presente en toda Latinoamérica, Sudáfrica y Australia, el dorado cumple con las características básicas para que sea exitosa, según explicó Andrés Barros, de Fundación Chile: “Primero, es una especie que tiene mercado desarrollado, se consume; segundo, es endémica de varios países, lo que hace que, tanto desde el punto de vista del comprador externo como del exportador, tiene alternativas para ampliar la producción; y, tercero, tiene un nombre universal”. Lo que se daba perfectamente con el salmón -conocido en gran parte del mundo con el mismo nombre-, pasa también con la seriola (dorado), aunque en los sushi bars del primer mundo es llamado yellowtail.

El trabajo con la seriola es uno de muchos intentos en Chile por ampliar el campo de la acuicultura nacional, hasta hoy centrada en el salmón. Este llega a representar el 63,7% del valor total de las exportaciones pesqueras y acuícolas en el país. “Estamos trabajando con la Corfo (Corporación de Fomento para la Producción) en materias de diversificación de especies. Tenemos que desarrollar las investigaciones necesarias para disponer de más especies que estén en condiciones de ser cultivadas por los pescadores artesanales en los distintos lugares del país”, sostuvo el subsecretario de Pesca y Acuicultura, Raúl Súnico.

Los expertos de la Fundación Chile son líderes en esta experimentación. En 1981 impulsaron la consolidación de la salmonicultura, y ahora quieren repetir la historia incentivando a que se desarrollen cultivos de otros pescados. En el centro acuícola de Tongoy se está trabajando con tres especies de pescados y un marisco. “Una es la corvina”, explicó el director ejecutivo de este centro, Axel Klimpel. “Se inició oficialmente en 2011. Faltan todavía seis años y la idea es que esté la tecnología lista para entregárselo al sector privado”. Con la seriola, por su parte, ya se podría hacer la transferencia tecnológica. También han experimentado con congrio dorado, el cual lograron reproducir en cautiverio hace dos años por primera vez en el mundo. En cuanto a la navaja, se está realizando un proyecto de producción y engorda.

Otras instituciones están realizando trabajos similares. Por ejemplo, la Universidad Católica del Norte (UCN) comenzó en 1989 a estudiar el lenguado; una vez que lo terminó, logrando la reproducción de ellos sin problemas, comenzó a buscar otro pescado, pero que fuera del gusto de los chilenos. La cojinova fue la opción. Los programas de cultivo de ella están redactados, por lo que cualquier interesado ya la puede cultivar.

La Universidad Austral (UACh) de Valdivia también ha incursionado en esto, experimentando con la centolla, el pulpo y las macroalgas.

Con todo lo anterior, la transferencia tecnológica a las empresas aún está por verse. Para Klimpel, la industria acuícola plantea complejidades: “La agricultura es algo conocido, está en nuestro ADN. Cultivar olivos o arándanos es algo mucho más fácil de entender: si estoy preocupado por ellos, voy al campo y los veo. La acuicultura genera incertidumbre, es más desconocida”. Sin embargo, Klimpel es optimista sobre lo que viene: “La demanda está buena, siempre va a existir y con el tiempo va a ir avanzando. Lo que necesitamos ahora son empresarios que se metan acá en el norte y les vaya bien”, concluyó el director ejecutivo del Centro Tongoy.

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