Noruega apuesta por minimizar el impacto ecológico de la industria del salmón

Sep 26, 2016

La producción de este pescado, igual que la de cualquier actividad de acuicultura, tiene consecuencias para el medio ambiente como el desarrollo de parásitos, la diseminación de productos químicos y antibióticos en el mar o la concentración de excrementos en algunas zonas.

(Agencia AFP) En la isla de Hytra, en la costa oeste de Noruega, cerca de 120.000 salmones se cultivan en un centro que intenta reducir al máximo el impacto ecológico de esta industria, una de las más importantes del país.

«Con el millón de toneladas de pescado que produce el país no se puede afirmar que no hay impacto» ecológico, reconoce Henri Lapeyrère durante una visita de las instalaciones, acompañado por responsable del Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés).

Lapeyrère es responsable para el mercado francés de la compañía Leroy, que produce 160.000 toneladas de salmón al año.

La producción de este pescado, igual que la de cualquier actividad de acuicultura, tiene consecuencias para el medio ambiente como el desarrollo de parásitos, la diseminación de productos químicos y antibióticos en el mar o la concentración de excrementos en algunas zonas.

Noruega ha sabido aprovechar el éxito del salmón Atlántico (Salmo salar) y se ha convertido en el líder mundial de este especie.

Cada año el país produce 1,2 millón de toneladas (el 95% de ellas se exportan) de un total de 2,3 millones a nivel mundial, explica Karoline Andaur, de WWF Noruega.

Entre 2005 y 2014, la producción noruega se ha doblado y la ONG espera que «antes de crecer más» los productores mejoren sus prácticas.

Bajo la presión de entidades ecologistas pero también de los consumidores, algunas plantas ya están poniendo en marcha sistemas de producción más sustentables.

«Leroy ha logrado limitar su impacto, controlarlo mejor», dice Lapeyrère en el centro de cultivo de salmones, una plataforma flotante situada en la bahía de la isla.

El centro tiene una sala de control informatizada, bodegas llenas de harinas animales y vegetales para alimentar a los peces y una confortable habitación para el personal.

«Los peces están aquí desde hace un año, pesaban unos cien gramos cuando llegaron y hoy ya pesan casi tres kilos. En diciembre o enero pesarán 5 o 6 kilos y podrán ser sacrificados», explica Ole Eskerod, responsable de la planta.

Mejorar la producción

«Este centro de Leroy tiene las mejores prácticas que hoy existen», reconoce Selim Azzi, responsable de pesca en WWF Francia. Pero añade que «eso no quita el impacto que tiene todavía el escape de peces (a mar abierto), el problema de los piojos de mar (parásitos) y las consecuencias para los fondos marinos».

En la bahía los salmones saltan sin cesar en varias redes gigantes. «No están amontonados, las redes miden 50 metros de diámetro por 30 de profundidad», explica Henri Lapeyrère, unas medidas que cumplen la normativa noruega (97% de agua para un 3% de peces).

Igual que otros productores noruegos como Marine Harvest, SalMar, Cermaq o Norway Royal Salmon, Leroy vas más allá de la normativa y cumple las exigencias del Aquaculture Stewardship Council (ASC).

Entre otros criterios, ASC exige reducir las proteínas animales en el alimento de los salmones, la trazabilidad de las harinas y los aceites vegetales que se utilizan o limitar el fosfato que va a parar al agua.

Barbara Janker, responsable de la entidad, explica que de momento solo «el 30% de las explotaciones noruegas son ASC».

«Gracias a las vacunas que administramos a cada salmón, ya casi no utilizamos antibióticos», se felicita por su parte Henri Lapeyrère, que destaca que el 65% de la dieta de los salmones tiene ahora origen vegetal.

Pero quedan muchos retos por delante, como luchar contra los piojos de mar sin usar insecticidas nocivos como el diflubenzuron, tolerado por Noruega pero prohibido en la Unión Europea y por la ASC. La alternativa es usar pequeños peces «limpiadores».

Leroy aspira a que en 2020 el 100% de sus instalaciones cumplan con la normativa ASC, frente al 20% actual, no solo por «credibilidad» sino también por una cuestión económica porque «en Alemania, en Suiza y en Holanda la demanda de productos ASC ya es muy fuerte», afirma Henri Lapeyrère.

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