Microalgas para alimentar salmones reducirían la presión sobre la pesca

Ago 25, 2016

BioMar está realizando ensayos para incorporar en sus dietas microalgas que se alimentan de azúcar de caña que transforman en aceite con alto contenido de Omega 3.

El salmón es reconocido y valorado por ser uno de los pescados con la mayor cantidad de Omega 3. Sin embargo, la sobreexplotación pesquera ha provocado que los recursos pelágicos –como la sardina y anchoveta–, de los cuales se nutre la industria salmonicultora para elaborar las dietas de los peces, sean cada vez más escasos.

Por ello, los productores y proveedores se han unido para buscar alternativas que reemplacen los insumos de origen marino. Pero a pesar que las empresas que fabrican los alimentos para salmonicultura han reducido la incorporación de harina y aceite de pescado en las dietas de manera considerable en la última década, incluso hasta su total eliminación, en el último tiempo se ha alertado que esto podría traducirse en carencia de Omega 3 en el salmón de cultivo, es decir, perdería uno de sus mayores beneficios.

Si bien en las productoras de alimento aseguran que han desarrollado fórmulas para mantener el Omega 3 disminuyendo el uso de harina y aceite de pescado, uno de los insumos que ha aparecido para garantizar que el salmón de cultivo conserve sus ácidos grasos DHA, son las microalgas capaces de producir aceite con alto contenido de esa sustancia lipídica.

Es así que BioMar se interesó por un nuevo ingrediente desarrollado por TerraVia Holdings y Bunge Limited -con el cual tiene un acuerdo de cooperación y proveedor exclusivo de este componente- que es producido en una planta de aceites renovables en Brasil. En el lugar, se cultiva la caña de azúcar de la cual se alimentarán las microalgas, todo en un circuito de fabricación en tierra.

Dr. Walter Rakitsky (izq.) y Dr. Miguel Angelo de Oliveira
Dr. Walter Rakitsky (izq.) y Dr. Miguel Angelo de Oliveira

«Que el proceso completo se realice en las mismas instalaciones le quita presión al mar, porque a diferencia de la mayoría, estas microalgas (Schizochytrium sp.) se alimentan de azúcar», subraya en diálogo con AQUA el vicepresidente senior del área de Negocios Emergentes de TerraVia, Dr. Walter Rakitsky, quien asegura que el porcentaje de reemplazo que permite esta microalga puede llegar al 50% del total de aceite de pescado utilizado en el alimento para peces, y pretenden incrementar ese porcentaje con el tiempo.

Sobre el rendimiento en ácido docosahexaenoico (DHA), Rakitsky asevera que Schizochytrium sp. puede alcanzar hasta un 35%, lo que triplicaría el 11% promedio del aceite de pescado. Eso sí, el representante de TerraVia aclara que no persiguen ser un reemplazo total para el aceite. «Este insumo, proviniendo de pesquerías certificadas, puede ser tan sustentable como estas microalgas, por lo que nuestra finalidad es ser una alternativa más en el desarrollo de una industria acuícola responsable con el medioambiente y con la sociedad en general», aduce Rakitsky.

Deforestación

De acuerdo con la investigación «Drivers of deforestation and forest degradation» (Causas de la deforestación y la degradación forestal), la expansión agrícola es responsable del 70% de la pérdida de bosques, y es considerada como la mayor amenaza para los pulmones verdes alrededor del mundo.

En ese sentido, si bien es cierto que la producción en tierra de microalgas para salmonicultura evita la presión sobre el mar, qué sucede con la explotación terrestre. El vicepresidente del área de Innovación Global de Bunge, Dr. Miguel Angelo de Oliveira, responde a este mismo medio de prensa que sus ocho molinos de producción de caña de azúcar están emplazados en un área cercana a Sao Paulo, «es decir, en el centro del país, a cientos de kilómetros del Amazonas, que es la zona amenazada», enfatiza de Oliveira, indicando una serie de certificaciones que avalan, en sus palabras, «la producción de caña de azúcar más sustentable del mundo».

Dr. Walter Rakitsky (izq.) y Dr. Miguel Angelo de OliveiraDice que lo anterior se respalda en que toda la caña que producen no está más allá de un radio de 30 km para mantener la eficiencia de la planta productora. Junto con esto, el proceso en sí de la fabricación de azúcar y sus derivados permite a la misma planta generar electricidad con las cortezas de la caña que calientan unos «hervidores» que generan vapor para mover turbinas que producen la energía. Lo que sobra, es vendido al sistema interconectado del país.

Además, la ceniza que queda se vuelve como fertilizante para las plantaciones de caña de azúcar. Por otro lado, una parte del jugo de caña se utiliza para elaborar azúcar que alimenta la microalga; mientras que la segunda «extracción» del jugo se usa para generar etanol, que se vende como combustible para automóviles.

«Por lo tanto, podemos ver que existe real compromiso por la sustentabilidad a todo nivel. Incluso, el rendimiento por hectárea de caña de azúcar para generar este aceite es muy superior a otros cereales, lo que hace que el uso de tierra sea menor», enfatiza de Oliveira, aseverando que tanto la caña como las microalgas son libres de modificación genética (GMO, por sus siglas en inglés).

«La historia que hay detrás»

En BioMar sostienen que las respuestas a cada una de las interrogantes que pudiera generar el joint venture entre TerraVia y Bunge, como la sobreproducción, deforestación, modificación genética, entre otros, los llevaron a interesarse por ese tipo de microalgas.

«Considerando que el precio del aceite de pescado puede elevarse en el futuro por una menor disponibilidad, dado que para ser sustentable las cuotas de captura deben permitir que se regenere la biomasa de las especies en cuestión, esta microalga que genera aceite con alto contenido de DHA permite ser una alternativa que reemplace con una producción a escala los requerimientos a un precio competitivo. Además, el rendimiento de mayor contenido de Omega 3 y la experiencia que tienen estas empresas al poseer productos que se comercializan en el retail, permite integrar virtuosamente toda la cadena de valor, entendiendo no solo las necesidades de los productores de salmónidos, sino que del consumidor final», argumenta el gerente de Proyectos de Marketing de BioMar Chile, Andrés Amado.

El ejecutivo añade que lo buscan es «contar la historia que hay detrás» de los productos en donde participan y que son los que finalmente llegan a la gente. «La idea es que los consumidores conozcan los atributos, diferencias y beneficios en los alimentos de principio a fin, porque es eso lo que genera valor agregado y reputación a un producto tan noble como el salmon; más aún si se evidencia innovación y unas ganas reales de hacer bien las cosas y que el salmón chileno tenga la posición que se merece», concluye Andrés Amado.

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