Dr. Eduardo Tarifeño: «Los salmones no son ladrillos»

Sep 12, 2016

"Los salmones no se hunden como ladrillos sino que quedan flotando en o cerca de la superficie debido a su alto contenido de grasas y estado de degradación. Además, las mismas fotos entregadas para dar evidencia del vertimiento, muestran a los peces muertos casi totalmente macerados en un estado de masa semilíquida flotando en la superficie", sostiene el Dr. Eduardo Tarifeño al analizar el vertimiento de mortalidad provocada por el bloom de algas.

En julio de 2016, Ecocéanos publicó una columna de opinión del biólogo marino y Ph.D. Eduardo Tarifeño Silva, quien es miembro titular del Consejo Nacional de Pesca (CNP), en la cual adelantaba el resultado sobre el efecto del vertimiento de cerca de 5.000 toneladas de salmones muertos por el bloom de algas que afectó a la Región de Los Lagos en marzo de este año.

La conclusión 5 del informe de avance de la comisión de científicos independientes que ha estudiado la relación vertimiento-marea roja es coincidente con el siguiente párrafo postulado en julio por el Dr. Tarifeño: «Es muy posible que los datos tomados por la expedición científica del ‘Cabo de Hornos’ enviada para analizar las posibles consecuencias del vertimiento muestren focos de altas concentraciones de N y P en el lugar del vertimiento y zonas aledañas, muy por encima de los valores promedios para zonas oceánicas oligotróficas».

A continuación reproducimos íntegramente la columna publicada en Ecocéanos y que el Dr. Tarifeño (en la foto) también envió a AQUA:

La reciente crisis de la salmonicultura chilena con las consecuencias económicas y sociales causada por los eventos de Floraciones EDUARDO TARIFEÑOAlgales Nocivas (FAN) conocidas como también como «mareas rojas», ha puesto sobre la mesa de discusión el tema del costo ambiental que significa el cultivo intensivo de salmones en ambientes marinos relativamente cerrados, como son los sistemas marinos en los canales, fiordos y bahías entre las regiones de Los Lagos y de Magallanes.

En primer lugar, los salmones no deben ser considerados como compartimentos estancos aislados de su ambiente, sino como unidades biológicas abiertas y dinámicas en permanente intercambio de energía con su entorno inmediato, con altas tasas metabólicas que requieren un gran aporte diario de alimento como variable de entrada. Además, los salmones en cultivos son peces en fase de crecimiento que desde el punto de vista productivo debe ser el más rápido posible y con las mejores tasas de conversión alimenticia. Es conocido que todos los animales requieren de más alimento por unidad de peso en las fases juveniles que en las adultas.

Según los protocolos de producción, a los salmones se les entrega diariamente pellets de alimento, en una proporción aproximada de un 3% del peso diario de la biomasa por alimentar a partir de un factor de conversión optimistamente cercano a 1,2, lo que indica que por cada kilo de salmón producido se gastaría 1,2 kilo de alimento, el cual contiene entre 30-50% de proteínas y 25-40% de lípidos. La variable de salida de esta unidad biológica vista como una «caja negra» corresponde fundamentalmente a la excreción de Nitrógeno en la forma de amonio y Fósforo disuelto vía branquias y fecas, respectivamente, que son liberados al medio acuático, mientras que el Carbono lo es en la forma de CO2 por la respiración.

Las tasas de excreción de los salmones son variables, dependiendo de la especie, fase de desarrollo y condiciones de crecimiento. Según la abundante literatura científica disponible, la tasa de excreción de amonio de salmones en cultivos es en el rango de 30 a 175 mg de N kg-1 día-1, lo que significa que cerca del 45% del N contenido proteico en la dieta es excretado al ambiente como Nitrógeno inorgánico disuelto. Tomando en cuenta estos datos, se podría estimar para los salmones que la tasa promedio diaria de excreción de N-amonio sería de 50 mg Kg-1pez-1. A partir de este dato referencial, se puede determinar entonces que una tonelada de salmones en cultivo aportaría al ambiente -a los menos- 18,25 kilos de N-amonio por año, lo que a su vez correspondería a 17.500 toneladas de N-amonio disuelto introducido al ambiente marino por la producción de las 955.000 toneladas de salmones logradas en 2014.

Ahora, si se toma en cuenta la producción anual de salmones coho y salar desde el año 2005 al 2015, que según la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura (Subpesca) fueron en total 5.637.477 toneladas, el aporte total de N-amonio en esta década habría sido de 102.875 toneladas. Es decir, estos datos indican claramente que los salmones no son unidades inertes cerradas ni tampoco compartimentos estancos dentro de las jaulas de cultivos.

Obviamente, esta impresionante cifra de aporte de N al ecosistema marino de los canales y fiordos y bahías del sur de Chile, plantea muchas preguntas relevantes como: i) ¿Alteró esta entrada de amonio como nutriente eutrofizante al sistema marino interior entre las regiones de Los Lagos y de Magallanes, los ciclos naturales de las comunidades fitoplanctónicas, incluidas la FAN, en los ecosistemas marinos afectados?; ii) ¿Qué pasa con la excreción de fósforo, el otro nutriente básico para el crecimiento fitoplanctónico?; iii) ¿Cuánto fue su aporte eutrofizante?; iv)¿Se considera a las tasas de excreción de N y P de los salmones para fijar los límites máximos de producción en cada barrio salmonicultor?

A estas preguntas, además se deberían agregar el efecto de aporte de nutrientes, antibióticos, hormonas, que están incluidos en la formulación de los alimentos que se entrega diariamente a los salmones. Se estima que aproximadamente el 30% del alimento entregado en la forma de pellets no es aprovechado por los salmones y se depositan en los fondos marinos debajo de las jaulas donde se disuelven lentamente creando áreas con altos contenidos de materia orgánica en degradación.

Por otra parte, la decisión de lanzar al mar cerca de 5.000 toneladas de salmones muertos por efecto de marea roja de Pseudochatanella sp. en una fosa de 3.000 metros tuvo al parecer por justificación que el vertimiento fuera en un lugar de la costa donde las biomasas de salmones muertos se hundieran hasta el fondo marino, alejada de ambientes donde pudiera tener un efecto negativo. Sin embargo, se olvidó que los salmones no se hunden como ladrillos sino que quedan flotando en o cerca de la superficie debido a su alto contenido de grasas y estado de degradación. Además, las mismas fotos entregadas para dar evidencia del vertimiento, muestran a los peces muertos casi totalmente macerados en un estado de masa semilíquida flotando en la superficie. Entonces, surgen las preguntas: i)¿Cuánto de esta masa realmente se hundió hacia las profundidades de la fosa?, ii) ¿Cuánto tiempo permanecieron en la superficie los compuestos proteicos y lipídicos provenientes de la degradación de la carne de los salmones? Es muy posible que los datos tomados por la expedición científica del «Cabo de Hornos» enviada para analizar las posibles consecuencias del vertimiento muestren focos de altas concentraciones de N y P en el lugar del vertimiento y zonas aledañas, muy por encima de los valores promedios para zonas oceánicas oligotróficas.

Por las razones anteriores, se puede decir que los salmones no son «ladrillos» sino que unidades biológicas de gran actividad metabólica abiertas al intercambio de energía con su entorno inmediato.

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