En los últimos 40 años, la acuicultura ha alcanzado un desarrollo superior a cualquier otro sistema de producción alimentaria, incluso sobrepasando la tasa de crecimiento de la población humana. Esta expansión ha resultado en un aumento del consumo de pescado de aproximadamente 10 a 20 kg por persona al año desde la década de los ’60.
Y aunque su papel en la seguridad alimentaria es reconocido, esa alta tasa de crecimiento es probablemente insostenible por varias razones: competencia por el espacio, dependencia de recursos marinos como alimento de los cultivos, enfermedades asociadas con la intensificación de la producción, e incluso posible saturación de algunos mercados.
Teniendo en cuenta que el cambio climático supondrá una serie de dificultades adicionales que la industria acuícola-pesquera debe considerar, AQUA dialogó con el director de la División de Políticas y Recursos de Pesca y Acuicultura (FIA) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), Dr. Manuel Barange (en la foto), para conocer las recomendaciones de la ONU en esta materia.
Esto, en la antesala de las VIII Jornadas de Investigación en Salmonicultura, que se realizarán el próximo viernes 9 de junio en el Hotel Cumbres de la ciudad de Puerto Varas, región de Los Lagos, Chile.
A nivel general, ¿cuáles serían los principales impactos del cambio climático sobre la pesca y la acuicultura?
El aumento del nivel del mar pondrá ciertas prácticas en riesgo, el exceso de temperatura podría afectar el crecimiento y favorecer infecciones, así como aumentar el riesgo de crecimiento de algas tóxicas.
En resumen, la industria acuícola-pesquera, como las industrias en otros sectores, tendrá que adaptarse a los cambios que se avecinan.
¿Se puede decir que en la acuicultura habrá efectos superiores que en otros rubros de producción de proteínas?
En principio no veo a la acuicultura recibiendo un impacto del cambio climático que vaya a ser mayor o menor que en otros sectores. Pero hay que recordar que mientras la causa es global, los impactos y las respuestas serán a nivel local. La falta de adaptación, o la emergencia de adaptaciones divergentes en diferentes sectores, es lo que nos debe preocupar más.
Es por ello que vemos al cambio climático como un proceso que requerirá innovación y creatividad, al menos hasta que reduzcamos la emisión de gases de invernadero de forma considerable.
Una reciente investigación de la FAO, y que se relaciona con los impactos del cambio climático en acuicultura, aseveró que en aquellos países donde la actividad cultivadora está desarrollada y existe dificultad de relocalizar los sistemas, el concepto de manejo de áreas de riesgo se vuelve esencial. ¿Podría entregar mayores detalles sobre cómo se podría aplicar el manejo de áreas de riesgo y considerando la rigidez actual de las normativas en, por ejemplo, la salmonicultura mundial?
El manejo de los riesgos es crucial. Por ejemplo, si la industria está geográficamente localizada en zonas que pueden ser afectadas por la subida del nivel del mar, este es un riesgo que es predecible y gestionable.
Es por ello que la FAO promueve el concepto de Áreas de Manejo Acuícola (AMA), donde decisiones de gestión se toman de manera colectiva para proteger el medio ambiente, reducir riesgo para inversores y minimizar conflictos con otros usos del medio ambiente.
Es así como parte del proceso de las AMAs es la identificación y «mapeado» de posibles riesgos, para asegurar respuestas efectivas.
¿Cómo opera específicamente en Chile?
En Chile, el concepto de AMAs ha sido utilizado con éxito para rehabilitar la industria tras la crisis del virus ISA en 2007.
Las AMAs pueden ayudar a la adaptación al cambio climático porque la información colectiva puede utilizarse más eficazmente que si es interpretada por acuicultores individuales.
Entonces, las normativas con respecto a la acuicultura de salmónidos deberán tener en cuenta los cambios que se avecinan, pero la forma en que las normativas deben cambiar es algo que no puede considerarse a nivel global: las respuestas al cambio climático, con excepción de la mitigación de las emisiones, serán llevadas a cabo a nivel local.
A su juicio, ¿cuáles podrían ser los principales efectos que podría tener el cambio climático en las pesquerías del mundo?
Los impactos del cambio climático van a ser extensos pero variables.
En primer lugar, hablamos del calentamiento global. Según el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), el 90% de la energía adicional generada por la actividad humana en las últimas décadas se encuentra en el océano. Es decir, que el calentamiento atmosférico del que tanto se habla es aún mayor en el medio marino.
Ahora bien, a nivel general este calentamiento tiene efectos negativos en zonas tropicales, donde las temperaturas ya condicionan la productividad de las aguas, pero los efectos serán positivos en zonas de alta latitud, donde las temperaturas frías reducen la temporada productiva.
En segundo lugar, las especies marinas con capacidad de cambiar su zona de distribución podrían desplazarse o dar la impresión de desplazamiento, como resultado de los cambios de temperatura. Nuevas especies podrían aparecer allí donde las dominantes dejan de serlo.
Dichos cambios no serán solo de producción y de distribución, sino de estacionalidad. Por ejemplo, los peaks de producción podrían acelerarse.
Por último, tenemos el problema de la acidificación de los océanos. Este es un problema químico, real y previsible en función de las emisiones de carbono esperables, pero el impacto en los ecosistemas marinos es aún muy poco predecible.
La combinación de todos los factores mencionados va a ser complicado y probablemente los efectos muy variables geográficamente.
¿Cómo deberemos adaptarnos a esos cambios?
A nivel global no esperamos que el cambio climático reduzca la producción del océano de forma noticiable, pero si las especies comerciales modifican su distribución, su producción y estacionalidad en diversos lugares, los impactos en las pesquerías serán significativos.
Pero atentos, estos cambios no se esperan que sean consistentes en todos los lugares, ni lineales. Para afrontarlos las pesquerías y sus reguladores tendrán que adaptarse a todos los niveles: adaptar medidas de gestión, por ejemplo para modificar las épocas de pesca o de veda, y las especies principales; adaptar instituciones, por ejemplo porque recursos previamente exclusivos podrían ser compartidos por varios países; promover diversificación en los pescadores y las industrias; y por último, apoyar más planificación para aumentar la capacidad de resistencia a emergencias.
Y por supuesto, las consecuencias del cambio climático serán más importantes con el tiempo, así que buena planificación desde hoy será una buena receta para el futuro.
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